miércoles, 31 de diciembre de 2008

Mis deseos

Buscaba y buscaba algo lindo para mandarles.
No encontré nada que me llenara plenamente.
Los mails se repetían con frases y deseos hechos.
Cada vez que veía el clip del adjunto decía: "Gracias, pero, ¿lo abro de nuevo?
Cada vez me daban menos ganas de que me dijeran Feliz Año.
En realidad quiero un Feliz Año Nuevo.
No sé que tan feliz será.
Un amigo dijo en su deseo "que el 2009 les traiga lo que se merecen".
Me generó un signo de pregunta gigante.
¡Lo que me merezco!
¿?
Y si me merezco palos????
¡No los quiero!

Voy a ser menos realista en mi deseo y un tanto más optimista.
Para el 2009 quiero:
buenas ondas,
deseos de seguir en la lucha,
y felicidad !!!!
Casi nada ¿no?
Si quieren lo mismo, levantemos juntos esta noche la copa.
CHAU 2008!!!!
No te vamos a olvidar!!!
Myrtita

miércoles, 24 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD!!!

La tomé con fastidio porque no quería barrer. Tenía mil cosas pendientes y no estaba predispuesta para perder mi tiempo con ella.
Siento que lo intuyó, que lo supo ni bien la empecé a balancear con un ímpetu inusual, creando una nube de polvo y pelos.
Pero mi escoba es casi mágica, me conoce demasiado y sabe cómo amansarme.
Me empezó a hablar en silencio, a contarme cosas lindas, me fue llevando de una manera sabia.
Cada peldaño que superábamos en ese descenso acelerado me sacaba una sonrisa.
Hablamos del cumpleaños de anoche, de las risas con amigos, de mis preocupaciones inmediatas, de las tareas cumplidas.
Hablamos de los mails que llenaban mi casilla minuto tras minuto, de los deseos que traían, de lo repetidos que eran.
Hablamos de la alegría de que nos consideren, de que nos saluden.
Hablamos de que un click significaba un recuerdo.
Hablamos de que HOY es nochebuena.
Hablamos de los árboles de navidad, de los árboles no árboles.
Hablamos de los arbolitos de navidad de los tiempos de mi infancia, con soplillos de las más variadas formas y colores, que se acumulaban navidad tras navidad y cargaban las ramas del pino, sin coherencia.
Hablamos de los pinitos con adornos uniformes, sobrios que a pesar de tener vigencia van siendo desplazados por árboles no árboles.
Arboles de alambres, de hierros, de ramas, con flores, con frutas, con estrellas.
Formas y arte.
Nada de los pinitos verdes de antaño.
¿Será que estamos en la era de la creatividad?
¿Será que sobreviene una necesidad de lo diferente?
Se busca lo diferente, pero sin poder despegarse de las formas arraigadas.
Hablamos mucho, pero rápido. Mi escoba me decía cosas lindas, pero mi tiempo era escaso.
Hablamos poco tiempo, pero me bastó. Me fue útil.
Me obligó a disminuir mi ritmo.
Desencadenó en mí la necesidad de expresarme, de tomarme un minuto.
De decir FELIZ NAVIDAD a todos mis AMIGOS.
Decirles que los QUIERO MUCHO
Decirles que no me quedo fuera de la era de los árboles no árboles.
Saludemos al Niño Dios que va a llegar esta noche, y a través de una oración a los que ya no tenemos por acá.
¡Vivamos plenamente!
Busquemos la felicidad, y si no aparece, cómo me dijo una amiga, pidámosle a Google que nos ayude a encontrarla.
Sigamos juntos!!!
Myrtita

domingo, 21 de diciembre de 2008

Asi nomás...

Escuché la última campanada de las ocho al cerrar la puerta del taxi. Sonreí. La puntualidad a ultranza del reloj de la casa de gobierno, infalible e implacable, hoy marcaba mi meta, mi propósito.
Llegaba puntual a la playa, para no perder un segundo del río, para no perder un segundo del sol.
Mi bolso, mi mochila de supervivencia resentía mi hombro con su peso. La toalla, los protectores, el tejido, la cámara de fotos, la música, una pequeña agenda preparada para marcar compromisos en un nuevo año y una birome con los últimos restitos de tinta después del intenso año vivido.
Me ubiqué allá, lejos, casi al pie del faro. Sola.
El río brillaba y me regalaba el reflejo del sol que recién se levantaba. Todo mío. Me obligaba a arrugar la cara para ver más allá. Ver más allá.
La música que buscaba se calló. La pila se acabó.
Capturé imágenes con mi cámara, intentando que fueran un reflejo de mis sensaciones.
Así con el ruido del agua, con los trinos de los pájaros mi mente se fue más allá.
Necesitaba escribir y sólo encontré mi pequeña agenda y mi entrañable bic de trazo fino.
Cómo me cuesta escribir en papel. Ya no lo uso.
El espacio para los días de mi agenda, resultaba pequeño para encuadrar mis ideas.
Con trazos desprolijos, avancé en los días, en las semanas, en los meses no vividos, sólo con ideas, desordenadas que fluían queriendo quedar en el papel.
No necesitaba cerrar los ojos para pensar. Miraba más allá y estaba acá sin estar.
Quise despedir al año que se va. Un año largo, intenso y duro.
De repente lloré. Lloré sin consuelo. El dolor, era lo que más se destacaba.
Quiero que termine, que se vaya, fue feo. Fue malo.
¿Pero fue todo mal?
Recordé las risas y la alegría cuando comenzó. Los votos por un año pleno y de realizaciones que nos habíamos hecho.
Sería un año de cambios. Con grandes incertidumbres, pero lleno de sueños.
En un abrir y cerrar de ojos, la vida se nos dio vuelta. El dolor nos abatió, o al menos pretendió hacerlo.
Con la misma intensidad surgieron vínculos, contenciones. Lazos de amistad se reforzaron permitiendo aplacar esa angustia lacerante.
No me detengo en el dolor. Quiero borrarlo, avanzo y me proyecto.
Renovamos las ilusiones con nuevos proyectos, nuevas metas
El celular sonó rompiendo el encanto, trayéndome al presente.
Respondí e intenté volver, pero ya no era lo mismo.
El sol subió y cuando miré el río, ví el ayer con sus huellas imborrables convertidas en experiencias y aprendizajes.

Me di cuenta de que no todo fue malo. Tomé lo lindo.
Quise ver el más allá, pero había desaparecido. El encanto estaba roto.
Me encontré ahí, lejos, casi al pie del faro. Sola. Con mis recuerdos, con mi pasado atesorado, con la decisión de vivir el HOY.

Myrtita

viernes, 12 de diciembre de 2008

Tiempos de cambios

Hace unos días me hicieron una propuesta: ¿Myrta, podes hacer las palabras de despedida para quinto año?
La invitación me tomó desprevenida. Nunca despedí a quinto, probablemente porque las despedidas no me gustan, me entristecen.
Sin embargo, esta vez, lo sentí diferente. Sentí que detrás de esta forma de despedida, podía decirles algo. Sentí que quería hablarles, y de alguna manera repasar con ustedes los seis años que compartimos. Por eso acá estoy.
Delante de mi pantalla en blanco, empecé a buscar recuerdos. Imágenes. Y se me perdían. ¿Será que hace mucho que llegaron a la escuela de los chicos grandes? O ¿será que el tiempo voló, y sin pensarlo en un abrir y cerrar de ojos, una etapa se nos escapó?
No, no creo que se haya escapado. Está ahí. Quiero verla con ustedes.
¿Se acuerdan el primer día?
La primaria, quedaba atrás, todo era nuevo. Estaban en la escuela de los chicos grandes y ustedes volvían a ser los más chiquitos.
Se insinuaba su adolescencia. Un tiempo de cambios. Dejaban atrás los juegos de infancia. Un tanto prematuramente quizás, por eso del séptimo a secundaria.
Eran chiquitos!!!
Pasamos seis años.
Cada marzo era un volver a descubrirlos. El estirón que pegaban en los tres meses de verano, nos devolvía una nueva imagen. ¡Qué grandes estaban!
Seis años fueron el tiempo de cambios.
Fueron el tiempo de las primeras salidas, de los quince años, del viaje a Disney, de los primeros amores, de las agendas de exámenes apretadas, de los trabajos para ayer, del ansiado y esperado Bariloche, de la recepción.
Fueron tiempos de exigencias, de charlas con consejos de vieja, que iban más allá de un simple perder clase. Fueron tiempo de amigos como razón más importante de su existencia.
Llegamos al quinto, al 12 veces quinto, con un gran desafío que aparecía como el corolario de este devenir escolar.
Una página en blanco frente a nosotros, que fuimos llenando, poniéndole fuerza, ganas y no tan ganas, colores y grises, hasta que apareció. Y fueron Ustedes. Su identidad. Una revista con la que quedarán en la escuela.
Y seguí buscando imágenes y me doy cuenta de que las imágenes que se resistían a venir, aparecieron en palabras, palabras con contenidos fuertes, que me permiten verlos y dibujarlos cuando cierro los ojos.
Aparecen la verborragia de algunas, la constancia y el tesón de otros, la vagancia consuetudinaria, la dulzura, la paciencia, las risas, el romanticismo, los galanes, la pasión deportiva, la madurez, la responsabilidad, el liderazgo.
Para mí hoy culmina un quinto, para ustedes mañana comienza otra etapa.
Damos, de nuevo vuelta la hoja. Mañana aparecerá de nuevo como una hoja en blanco. De nuevo habrá que escribirla, habrá que llenarla. Páginas de vida
Una carrera, un destino que se irá develando en el día a día. Desafíos permanentes, opciones, oportunidades, alegrías, tristezas, colores y grises
La vida como aquel cerro Malo que escalamos hace un tiempo. ¿Se acuerdan? Con sus laderas escarpadas, con los caminitos que se abrían. Y la cima para plantar la bandera
Para mí hoy ya son parte de esta trayectoria de docente, arraigados en un lugarcito del corazón, para ustedes, tengo una pretensión.
Que esta camiseta de escuela, que lucen HOY, probablemente por última vez ante los ojos del mundo, siga estando en ustedes para toda la vida.
Metida debajo de sus triunfos, acariciándolos en sus fracasos, recordándoles seis años, que si los pensamos en una vida no son nada, y que cuando pasen los años se van a dar cuenta de lo mucho que fueron.
Porque estos seis años serán el reflejo de una etapa fresca, de sueños, de ideales y de lazos que se tejieron para ayudarlos a despegar.
Y no digo más. Mi delirio termina acá. Sólo vivan, y cuando sean viejos como la que hoy les dice ¡a volar!, les propongo que lo repasemos de nuevo ¿Si?
Buena suerte y sepan: Los quiero mucho!

Myrta

sábado, 29 de noviembre de 2008

Capítulo 4 - Federico

La tercera puerta del fondo del pasillo del octavo piso, aún no estaba definida.
La puerta del fondo a la izquierda, no conducía a nadie.
Febrero era el tiempo de estudiantes de lejos buscando moradas, así fue como llegó Federico a nuestras vidas.
La primera quincena de febrero ya promediaba, cuando comenzó la mudanza. Tan austera como ruidosa. El octavo E, parecía tener nuevos dueños.
Dos estudiantes para compartir aquel departamento del fondo, fueron los datos que se filtraron a través de un pequeño informe del portero, a quien no se le escapaban detalles de los cambios que ocurrían.
Se supo que uno venía de Buenos Aires, el otro de Santa Fe.
La presencia de nuevos vecinos fue el tema obligado aquella tardecita en el departamento de Bonel. Los detalles suministrados por el portero no eran demasiados, y si bien Bonel los había visto ir y venir, cargando sus pertenencias, no podía precisar descripciones. La intriga seguiría en mí hasta que se diera la ocasión de encontrarnos cara a cara.
Pasaron unos días hasta que se dio la presentación formal.
La pasadita vespertina por el 8° G se había vuelto una rutina. Una más que obligada rutina. Bonel me esperaba. Era el momento del diálogo, de las novedades, del contarnos cómo habían sido nuestras jornadas.
El intercambio de periódicos también se daba en estos encuentros. El Diario nuestro para Bonel, El Clarín de Bonel para nosotros. Todo ocurría a puertas abiertas. La puerta del fondo no se cerraba. La mía del 8° G tampoco. Así cada uno en su casa y con sus cosas, pero juntos, Bonel y yo.
El ruido de la puerta del ascensor nos obligó a mirar. Alguien venía hacia el fondo, y al llegar a la puerta del 8° F se detuvo con una amplia sonrisa.
- ¿Puedo pasar?
El diálogo comenzó.
Alto, flaco. Ojos oscuros, con una mirada profunda. Cejas y pestañas tupidas. Rulitos. Algunas pecas. Una sonrisa blanca, impecable. Un lindo nene. Vistoso y simpático. Desenvuelto diría después Bonel.
El hijo mayor de una clásica familia de la capital, cuidado y mimado. Federico era el primer pichón que salía del nido con destino Paraná, más precisamente su meta era Oro Verde. La bioingeniería había sido su elección.
Qué jugarreta de la vida, ahí, en el octavo F comenzaba a gestarse algo. Ninguno podía vislumbrar el futuro. Un adolescente, una adulta y un anciano. No teníamos nada en común. Una mezcla. O quizás sí teníamos algo en común. Los tres estábamos comenzando algo.
Yo recién casada, Bonel recientemente viudo, y Federico, recién salido del nido comenzando una vida sólo, lejos de su hogar.
Los tres necesitábamos contención. Los tres inconscientemente nos necesitábamos. Y la vida nos daba la oportunidad de encontrarnos.
Tres ingredientes perfectos para una nueva comunidad, allí al fondo del pasillo del octavo piso.
Myrtita

domingo, 23 de noviembre de 2008

Chau Canela!!!

Desde hacia tiempo me preguntaba cómo sería el final. Sabía que me enfrentaría con la muerte cara a cara, pero desde mi fuero íntimo desdibujaba esa situación. No alcanzaba a imaginarla.
Era consciente que ese fin se acercaba, de manera irremediable, con la velocidad con que las nubes tapan el sol, en las vísperas de la tormenta, pero…
Ayer transgrediste la orden, “¡Quedáte en el fondo, no entres ni subas. La casa está limpia!”. Escuché tus pasos pausados, sin el ritmo regular que le imponías en tu juventud, al trepar la escalera. Llegaste a la puerta del dormitorio, y me miraste con esos ojos de picardía y disculpa, que delataban tu falta. Sé que intuías que otra vez tu ama partía por unos días, por eso te dejé y el reto no salió de mis labios.
Ahí estabas, a mi lado, cómo mi sombra, igual que desde hace catorce años, igual que desde ese día en que nos asumimos como inseparables compañeras.
¿Fue en marzo de aquel año en que contra la resistencia entraste en casa? ¿Te acordás? Ya había otra perra. Tu presencia representaba el caos.
Fue el caos esa enfermedad, que casi te arrancó de mi lado. Fue la satisfacción y el orgullo cuando le ganamos la batalla, y comenzaste a recuperarte. Fue la complicidad que comenzó a crecer entre nosotras a partir de ese momento.
En papeles no eras mía, pero las dos lo sabíamos, yo era tu ama y vos mi perra.
Siempre juntas.
¿Te acordás cuando te llevaron al desfile de perros en la escuela? Tu timidez, te jugó una mala pasada y desfilaste upa, escoltada por los chicos. Y a pesar de todo ganaste. Trajiste el trofeo a la perra más tímida. Y le ganaste a esas razas finas que volvieron a su casa con las manos vacías…
Tu aspecto no cuadraba con las razas de libros. Todos cuando te miraban comenzaban un ejercicio metal, intentando descubrir tu origen.
Tu raza…. Jaja fuiste una hija bastarda. Probablemente naciste de una relación pasional entre una madre de raza paqueta y ese vago de la calle. Quizás fuiste el fruto de un amor prohibido… Nunca lo supe. Tejí historias en mi mente sobre tu origen, pero nunca comprendí a los que te tiraron en la escuela.
Me parece que tu origen te marcó. Tu pasión por Paul, el pointer de la esquina… Tobías aquel callejero insurrecto… Sansón, el morocho doberman de la vecina. Tu prolífica descendencia que disfruté sobremanera al ayudarte a criarlos.
Repaso estos años y desfilan imágenes….
¿Desde cuando compartimos los desayunos? No me acuerdo. Pero ¿quien se va a tomar el fondito del café con leche que te correspondía y esperabas ansiosa todas las mañanas? ¿A quien le voy a dar los pedacitos de mis galletitas mientras tomo la leche?
Tu cuchita de abajo, tu cuchita de arriba que se mudaba al escritorio para que durmieras abrigada a mi lado mientras trabajaba…
¿Te acordás de las tardes de fútbol en el fondo? Eras la goleadora oficial, cuando le robabas la pelota a los chicos que armaban el picadito….
Los restitos del peceto, eran tuyos en las previas de las milanesas….
¡Cuántos códigos había entre nosotras!
Y vuelvo a ayer. Me despediste cómo siempre. En ningún momento me alertaste. Nunca me dijiste que no me ibas a esperar.
La llamada me sorprendió. No entendía ese llanto que llegaba desde lejos anunciando tu partida.
No imagino el retorno con tu ausencia.
¡Qué vacío!, pero releo estas líneas, y ese vacío se llena.
Fueron catorce años de plenitud, de relación franca e incondicional. Llenos de vivencias, anécdotas que voy a atesorar hasta el día en que nuevamente compartamos en el más allá nuestros restitos de café con leche…
Chau Canela! Mi fiel e incondicional Canela!



Myrtita

sábado, 15 de noviembre de 2008

Cartas

La caja de las tres tiras descansa en la repisa del cuartito del fondo. Contiene a los ojos de algunos papeles, amarillos por el paso del tiempo, húmedos, con tintas corridas que se esfuman de los renglones como queriendo resguardar la intimidad de las palabras de aquella época de juventud.
Una caja, allí perdida, con su aspecto a cosa vieja es depositaria silenciosa de toda una vida, de recuerdos, de confesiones, de ilusiones, de amores pasados, bajo la forma de cartas.
Una caja que con sólo remover su tapa deja escapar los secretos más profundos y genera un torbellino de sentimientos y sensaciones. Todo parece volverse actual.
Llego a aquella oficinita de correo improvisada en el sótano de la casa de gobierno, desafiando esa escalera de peldaños angostos y pronunciados armados con los durmientes del ferrocarril.
Compro las estampillas para esa carta simple, portadora de anécdotas, que si bien revisten el carácter de trascendentes no parecen tan importantes como para invertir en un sello para ser certificada o expreso.
El rodillo para pegarlas en el sobre está allí, en ese alto mostrador, contra la pared. Tomo las estampillas, las deslizo por él una a una y me cercioro de que las puntas queden bien adheridas al sobre.
El trámite termina.
Salgo en busca del buzón rojo en la puerta. Una última mirada a mi carta y me despido de ella tirándola por la ranura, mientras agudizo el oído tratando de sentir que llega al fondo.
Ahí quedará a la espera de que ese alguien sin rostro la retire y de manera casi mágica la lleve a destino.
Un día para llegar, si no va muy lejos, otro día para volver, si la respuesta es rápida, casi inmediata. Dos, tres, cuatro días, o más de ansiedad para saber si a la vuelta de la escuela el cartero ya pasó trayendo las noticias esperadas.
Qué lejanas parecen estas cartas, con su estructura que se enseñaba en la escuela con el rigor de los contenidos formales.
Qué lejanas parecen estas cartas, escritas con la mejor letra, con ortografía controlada.
Qué lejanas parecen estas cartas, con la fecha a la derecha, el encabezamiento y saludo, formal o informal, su cuerpo que comenzaba ahí, justito debajo de los dos puntos del Querido o estimado Pepito, la despedida, la firma… Ah, y la posdata que se hacía más larga que la misma carta cuando nos olvidábamos de narrar aquella jugosa vivencia.
Qué lejanas parecen estas cartas, que se escribían en papeles especiales.
Qué lejanas parecen estas cartas, con sobres con destinatario al frente y remitente al dorso, en la solapa que se pegaba con una pasada de lengua.
Destinatario y remitente, dos términos que hoy suenan desconocidos para los chicos, que asimilaron el Para y De en las nuevas formas de comunicación.
Qué lejanas parecen estas cartas, desplazadas por la comunicación casi inmediata del e-mail, que no conoce de intermediarios como la figura esperada del cartero.
Qué lejanas parecen estas cartas, desplazadas por los escuetos mensajes de texto de los celulares, que no conocen de buena letra, ni siquiera de ortografías, sintaxis y puntuaciones.
Qué lejanas parecen estas cartas, que comenzaba de manera casi indefectible con un “espero que al recibir la presente estés bien de salud…” y una despedida con “a la espera de noticias….”
Qué lejanas parecen estas cartas, y que cercanas y vigentes esas que descansan ahí, en el cuartito del fondo, en la caja vieja de las tres tiras
Qué cercanas estas cartas, que atesoran mi vida, mis recuerdos a pesar del color amarillento de sus hojas…
Qué cercanas parecen estas cartas, que no se borraron con un click.


Myrtita

jueves, 6 de noviembre de 2008

Ba... en onda verde

Otra vez BA fue diferente.
Mucho verde, muchos paisajes, muchos diseños, muchos amigos, alguito de teatro, comiditas, poquitas compras ....
Bajo estas pautas que se fueron dando, descubrí un lugar, en medio del bullicio de la capital ...
Un lugar con paz, armonía, belleza, cuidados "El jardín japonés" ...
Con honores a la filosofía oriental los invito a disfrutarlo...
Entremos por la fuente... con un click ...

Myrtita

martes, 4 de noviembre de 2008

Al Tigre Argentino ... Salud!!!

¿Damos una vueltita por el Tigre? ... Con un click sobre el taxi nos vamos ...


Myrtita

domingo, 19 de octubre de 2008

Mi razón de ser MADRE

Para todas las mamás.... FELIZ DÍA!!!
Myrtita

Mamá de grandes...

El tiempo ya era mío, casi podía verlo…
- ¿Qué edad tienen tus hijos?....
- Ah!!… ya están grandes, se manejan solos, vos ya tenés tiempo…
- Y sí, los chicos ya están grandes, ya dispongo de tiempos…
Mamá, ¿qué cocinaste???
Má, mis finanzas van a necesitar una inyección extra….
Má, ¿cómo me peino???
Má, ¿te olvidaste que tenés una hija afuera vos???
Má, ¿me buscás???
Má, ¿vos sabés trigonometría??
Má, ¿me traés la comida? … Ah.. y me olvidé el libro de Historia sobre la mes a.. Porfi….
Má, ¿me cerrás la puerta del garaje que estoy apurado???
Má, cuando puedas… ¿me llamás???
Mamá… NO TENGO ROPA!!!
Má… tengo que terminar un informe… ¿Me lo imprimís???
Mamá… ¿Cuántos huevos llevaba la pascualina??? ¿Cómo era su utilización???
Má, la camisa blanca tiene una mancha!!
Má… pueden venir las chicas a dormir???
Mamá… me saqué 10 en física… y la profe me puso un 1 en geografía….
Má, estoy hasta las manos…. muchos trabajos… parciales…. ¿Me ayudás???
Má, ¿adónde están mis medias???
Los chicos, demandan y demandan. Quieren respuestas. Respuestas en todos los ámbitos.
Las madres no pueden no poder, las madres no pueden no saber, las madres no pueden no hacer…
Pero Mis hijos están grandes…
¿Hay un tiempo para hijos grandes?
¿Será que no me doy cuenta?
Demandan, aunque de repente, ofrecen ….

Gracias Vieji… el fin de semana fue hermoso!!!
Mamá… la fiesta estuvo bárbara…
Sabés…. Me quedaron bien los pantalones…. Te parece comprar uno azul???
Má…Aprobé Historia!
Má, el jueves llego a casa!!!
Mamá, compré las luces… no necesité la plata…
Má, la pascuallina que hice salió riquísima!!!
Mamá, dicen los chicos que cuándo vamos de campamento…
Te jugaste vieji!!! TQM!!! Gracias!!!

y me di cuenta, mis chicos SON GRANDES ...
Mamá Myrtita

lunes, 13 de octubre de 2008

Dos gotas de agua

La tarde había sido gris. Nada presagiaba una noche diferente. Los pronósticos eran contundentes. La lluvia continuaría.
Él había partido unos días atrás. Su retorno estaba previsto en unos días más. Esa noche ella estaría sola.
Se preparó para afrontar la soledad. Una cena ligera, una bebida hidratante. Nada de alcohol. Su conducta de dieta se mantendría. La soledad no sería el pretexto para transgredirla.
Una buena novela. Una película atrapante en la cama.
No dejaba huecos para la nostalgia. La cama resultaría grande, pero ella estaba preparada para una noche sola.
El ruido de la lluvia afuera, marcaría el ritmo de sus sueños.
Todo controlado.
El cansancio del día la venció. La bebida quedó a medias. La película no llegó a su fin. La novela descansó sin mostrar sus páginas.
Paz. Sueños. Sueños profundos.
La gota se deslizó por la comisura de sus labios, en una suave caricia. Se deleitó al sentirla. En su rostro se dibujo una inconsciente sonrisa plena de placer.
Otra gota impactó en su frente, corrió hasta su ojo, sorprendiéndola.
El sueño profundo, placentero se volvía cada vez más real.
Las gotas se sucedían sin pausa, corrían por su rostro, acariciaban su cuello. No podía separar el placer de la realidad…
El vibrar del trueno la sacó del encanto. Sus ojos se abrieron, con dificultad por el agua que corría sobre ellos. Enfocó su mirada hacia el cielo, más precisamente hacia el techo.
La luz no era suficiente.
La lluvia, cada vez más copiosa.
Estiró su brazo hacia la mesa de luz. Incorporándose, encendió su pequeño velador.
Su sueño se esfumó, en un santiamén volvió la realidad.
Sus ojos recorrían la habitación en penumbras sin dar crédito a la situación….
La gota del placer había corrido, las gotas seguían corriendo, no ya sobre su rostro, su cuello, sino debajo de su físico.
Las gotas van al mar, pero estas iban al colchón, más precisamente al charco que formaron una tras otra en la cama, mientras soñaba.
Su realidad. La gotera silenciosa del tiempo de sequía, aquella olvidada gotera. Allí estaba en plena manifestación de su potencial hídrico.
La gotera estaba… Él no… su arribo estaba previsto en unos días…


Myrtita

sábado, 11 de octubre de 2008

El devenir de los QQQ

El reloj no entra a la ducha. Mientras el agua corre la mente vuela.
Cierro los ojos para evitar que el jabón los irrite y me licencio a pensar, a pensar sin rumbos, con libertad, que mi mente corra.
Me divierte el juego. Es impredecible. No existen reglas en él. Parece sencillo, pero al pensarlo lo encuentro profundo, desafiante.
En este espacio mio y de mi mente, aparecen los QQQ. Desfilan el Q del debo, el Q del quiero, el Q del puedo…
Cuando llegamos al mundo el Q del quiero se impone a los gritos. El llanto permite su manifestación despótica. En todo momento QUIERO….
La sociedad va ubicando a este Q monopólico, le quita espacios mientras le abre la puerta al Q del debo, que comienza a pisar fuerte, fuerte, cada vez más fuerte. Debés, debés, debés, algunas veces queriendo, otras pudiendo…
Nuevos equilibrios. Vamos madurando… Somos seres sociales…
El Q del debo se fortalece con la ayuda del Q del Quiero, y alcanza su excelencia si se les une el Q del Puedo.
Pero crecemos, y queremos dejar de deber.
En nuestro YO aparece la necesidad de apostar mas fuertemente al Q del quiero.
La necesidad crece, y cada vez se quiere más.
En este nuevo juego el Q más tímido, el Q consciente, el Q del puedo, nos da licencias.
Alianzas, eso se busca. Querer y poder. Basta de deber!
Pero los QQQ son tres … Q, Q y Q… Siempre… buscando equilibrios … pero QQQ…
Splah!!!
El agua se enfría, el reloj no está en la ducha, pero el tiempo sí, entró y pasó.
Bueno, basta. Me voy porque debo, porque quiero y porque puedo.
QQQ.....¡¡¡Cuanta vigencia!!!
¡Qué profundidad!
Myrtita

domingo, 5 de octubre de 2008

El Sauce

Poca inspiración, en palabras. Imágenes con alta carga de belleza agreste...
Primavera en El Sauce un arroyito de ensueños ...


El Sauce



Myrtita

domingo, 28 de septiembre de 2008

Nuestro Parque Urquiza

Me cai de la cama. La mañana estaba gris, casi negra diría, pero tuve ganas de caminar.

Junté mi cámara y salimos en dirección al parque, con la idea de capturar esos lugares por los que, en general, no circulamos.

Poca gente, muchos pájaros... poco sol, muchas nubes....

Nada de lluvia.... pastos secos, pero una belleza intacta, toda nuestra, para mostrar al mundo...

Hoy revalorizo nuestro Parque Urquiza!
Suban al auto con un click y vamos!!!....

Myrtita

sábado, 27 de septiembre de 2008

La fiesta del consorcio

Corría 1991. Yo ya era parte de una familia tipo, tipo nada, o quizás tipo una de esas familias que transcurrían sus días atrás de las sesenta y tres puertas de aquel consorcio.
Día a día nos cruzábamos en el ascensor, en los pasillos, en la puerta. Nos dedicábamos un corto saludo y seguíamos nuestro camino.
No había tiempo para más.
Era un consorcio grande, variadito diría. De propietarios e inquilinos. De abuelos y estudiantes. De familias comunes y no tan comunes.
Sin conocer las realidades que se escondían en esos nichos, ciertos datos se filtraban. El portero siempre alerta, dejaba escapar algunos indicios en los saludos matinales, mientras batía con la escoba el polvo del palier.
Que la del segundo B, que los del cuarto con la basura, que los nuevos del noveno, que las expensas en el quinto …
Estos comentarios iban despertando en mí una intriga social. ¿Quiénes estaban detrás de esas puertas ciegas?
En mi mente se acuñaba una idea…
El consorcio debía encontrarse. Conocerse. Intercambiar algo más que ese obligado saludo.
Mi idea no era la unión de todos en una formal reunión de consorcio, interminable en la que nadie se ponía de acuerdo, y terminaban de los pelos al darse cuenta de que se les había escapado la siesta en una discusión inútil.
Quería reunirlos. Que se conocieran. Que se dieran tiempo para la charla. Quería la socialización del consorcio.
Al exponer mi idea en la familia chica, obtuve mi primer, y no último “¡Estás loca!”. Esta frase se repitió en un círculo ligeramente ampliado, pero no amedrentó mi idea, que a esta altura ya se había convertido en un firme propósito.
Reuniría al consorcio en un encuentro social.
Debía pensar seriamente la forma de hacerlo. Sin costos, ya que habíamos ricos, medianos y casi secos. Realidades de uno, dos y tres dormitorios.
El lugar, la terraza, el techo en común de nuestros hogares. Nada de salones de uso múltiple, ni de quinchos comunitarios. Esos espacios eran inexistentes en aquella época, al menos en nuestro edificio, y casi diría en la ciudad.
La terraza funcionaría bien, por supuesto si el Señor nos procuraba una noche templada de estrellas y luna. En caso de lluvia debería posponerla.
El menú, sería a la canasta. Obviamente por esa cuestión de diversidad. Cada uno debería llevar su comida, que se pondría sobre una mesa para compartir con los prójimos más próximos.
La bebida también así. Cada uno aportaría lo que más le apeteciera beber.
Básicamente la estructura organizativa sería esa.
La fiesta estaba gestándose, pero era demasiado para una sola organizadora. Necesitaba aliados, esos delirantes que nunca faltan, que siempre aparecen y que aceptan mis delirios.
Mi vecina del 7° sería mi aliada.
Faltaba decidir la forma de convocarlos, por lo que me aboqué al diseño de primorosas tarjetitas en las que brevemente daba las razones de la propuesta, y los invitaba a pasar por nuestro departamento, con el sólo fin de confirmar su presencia, definir cantidad de personas y conocer con qué parte de la infraestructura colaborarían. A saber, sillas, tablones, heladeras de camping para acopiar la bebida, etc.
Todo cerraba perfecto. El 8°D sería un punto clave en esta etapa de la gestión.
Todo cerraba perfecto hasta que comenzó la movida.
El primer detalle es que yo no estaba casi nunca en casa, por lo que los registros de invitados debían ser anotados por el o la que estuviera en ese momento en mi hogar. Léase el señor esposo, quien no había sido desde el vamos el más ferviente defensor de esta idea.
El horario de registros, no había sido acotado, ni tampoco establecido de manera adecuada, por lo que los vecinos caían en el momento en que les resultaba más favorable. Por ejemplo a la siesta, a la media noche, los domingos al alba.
Pero nada es para siempre, y todo se supera. Pasamos, no sin ligeras tormentas familiares esta etapa de la organización.
Apareció el empresario y su familia, el afinador de pianos, los estudiantes del quinto, la separada del sexto, la modista, el abogado corrupto, el doctor, las familias tipo, la que practicaba el control del dolor, el viudo, la que recién había vuelto de su internación en un neuropsiquiátrico y le daba explicaciones de vida a mi esposo mientras se anotaba para participar.
Una mega diversidad humana.
Creo que de los sesenta y tres departamentos, cincuenta y ocho se anotaron.
Mi convocatoria tenía respuesta. La movida era cada vez mayor. Se cruzaban en los pasillos, se saludaban con sonrisas. El portero llevaba y traía opiniones, agregando un nuevo tema a su larga lista de comunicaciones diarias.
Y llegó el esperado momento, aquella noche de un viernes de noviembre.
La tarde ya nos convocaba. El ascensor no tenía descanso. Que sillas, que mesas, que heladeras. Mudanzas, con un único destino. La terraza.
El consorcio estaba de fiesta.
A las veintiuna horas comenzaron a llegar con sus canastas. Se ubicaban sin orden establecido. Se mezclaban los pisos y las condiciones sociales.
Allí en la terraza la diversidad se juntó. Se distendió.
No hubo baile. Sí música de fondo, pero la música que más me gustó fue la de las risas la de las charlas a viva voz.
Mi delirio se había realizado. Estaba contenta. Tomaba distancia y los miraba, y al rato me metía en la fiesta y era parte activa de esa diversidad.
Hoy recuerdo el evento con una sonrisa, sin saber si podría embarcarme nuevamente en algo semejante.
Pero esa noche pude y me di el gusto.
Por un rato las sesenta y tres puertas ciegas se abrieron, mostraron su humanidad, igualaron sus diferencias. La alegría fue protagonista.
La noche terminó.
Los saludos volvieron a ser cortos, rápidos, aunque diferentes. En cada hola, buen día o adiós se filtraba una sonrisa, como un sello de que ése había sido parte de la fiesta del consorcio.
Myrtita

domingo, 21 de septiembre de 2008

Monumento a Myriam Stefford

Aparece en las fotos del valle de Calamuchita...
En un comentario de la entrada anterior,aparece un breve resumen de esta historia de amor....
Con un link, en la imagen de la derecha, se descubre una historia de amores y odios...
Se las dejo por si la quieren leer....
Así los QQQ... se convierten en un pequeño espacio que enriquece...
Me gusta esta idea...
SUMEN los que saben... mientras tanto, los que no sabemos.... sacamos fotos!!!
Myrtita

sábado, 20 de septiembre de 2008

El Valle de Calamuchita

Una nueva escapada.
Esta vez el destino fue Córdoba, sierras, diques, arroyos.
Pueblos extraidos del mundo y depositados aquí.
Alemania, Suiza, Holanda ... cerveza, chocolates y flores se conjugan dando un encanto especial a la región.
¿Qué mejor que imágenes para describir lo que ofrece nuestra más que generosa y amplia Argentina?
Pero más allá de lo geográfico, la verdad es que me licencié a una panzada de hijas.
De vez en cuando, es válido ¿no?
¿Vamos? Un click en la imagen y LISTO!!!
Myrtita

sábado, 13 de septiembre de 2008

Dicotomía de la abundancia

Había una vez una María, que tenía una campera. Una y solo una campera. Su único abrigo. Clásica, de color neutro. Única, así sin vueltas.
En su vida el tema abrigo, estaba resuelto. No ocupaba su mente en eso.
¿Hacía frío? De manera instintiva se calzaba su campera clásica de color neutro, sin perder un segundo de su valioso tiempo y afrontaba la intemperie.
La combinación de colores, no era un tema para ella. Su campera era única.
En el ropero la campera era la reina. El espacio era suyo, quizás hasta excesivo para su sola presencia.
Pero María era feliz. Su existencia era sencilla.
Cada vez que hacía frío, abría su ropero, tomaba rápidamente su campera, y sin perder tiempo y sin pensar en el color de sus ropas, se ponía su abrigo y salía.
Pero un día, María pensó, -¡Qué lindo sería tener una campera azul!
Este pensamiento fue creciendo, hasta convertirse en una meta a alcanzar.
Trabajó, ahorró, con la ilusión de poder adquirir la campera azul de sus sueños.
Pasó un invierno, dos, y por fin su sueño se hizo realidad.
Compró la campera azul, la de los broches a presión modernos, con capucha, de abrigo y para lluvia. La supercampera azul. Abrigada. Moderna.
La nueva adquisición, la llenaba de orgullo. Finalmente la había conseguido.
Así la campera azul, abrigada y moderna, ocupó un espacio en su placard, al lado de su ex única campera, la clásica y de color neutro.
Pero junto a su alegría, nuevas consecuencia aparecieron en su vida.
Hacía frío. Buscaba su campera. Encontraba dos, allí en las perchas. Un tanto apretadas. El espacio casi resultaba insuficiente para sus presencias.
Se paraba frente a ellas y debía optar por una. La clásica de color neutro, o la moderna azul, con broches.
Miraba su ropa. Los colores. ¿Cuál combinaba mejor? La indecisión le insumía tiempo. Su valioso tiempo se acortaba.
De repente su vida había cambiado.
Tenía campera nueva. La campera azul, moderna, aquella que había anhelado tanto tiempo. Aquella que le demandó esfuerzo, sacrificios, renunciaciones. Allí estaba, en su placard.
De repente anheló su vida vieja. La de la campera única. La de la campera clásica, de color neutro….
Dicotomía de la abundancia... La campera azul…
Myrtita

sábado, 6 de septiembre de 2008

Olores...

Rápido, tengo un ratito. Voy a colgar la ropa.
Los broches, las perchas… un olor… y mi mente se escapó, se fue lejos, lejos en el tiempo, en el espacio. Se fue, y la seguí.
La soga desapareció. Mi escenario cambió.
Las glicinas, y su fragancia…. Llegué a Rivadavia 307. Entré, me metí en aquella casita chorizo, llegué al comedorcito, su mampara que daba al jardín estaba abierta de par en par. Septiembre había llegado…y la pérgola de glicinas, con su olor. Mi infancia….
Y me dejé llevar por ese laberinto de recuerdos, de sentidos, de percepciones.
El jazmín del Paraguay, con sus flores simples, casi rústicas, violetas y blancas, fragantes, custodiando mi hamaca en el jardín … Aquel pretendiente de adolescencia que las ocultaba bajo las solapas de la carpeta negra mientras me esperaba a la salida de la escuela …
Avancé un poquito más.
Las flores de los ligustros, en el fondo de la casa de la abuela. Olores de las siestas de verano, en que nos escapábamos a hurtadillas cuando nos conminaban al descanso reparador de la siesta, en una etapa de vida en que nos sobraban energías….
Con el mismo olor, llegué a las nochecitas. Salgo de la mano de papá por aquel largo y eterno pasillo, de la casa de los abuelos que hoy recorro en pocos pasos, desde mi visión adulta. Era el momento de guardar el auto, y de aprovechar su compañía al final de sus largas jornadas de trabajo y ausencia para nosotros.
Adolescencia con olor a fresias. Un timbrecito doble, cómplice, no más allá de las siete y cuarto. Antes del trabajo, antes de la escuela. Mi abuelo Enrique con un ramito fragante de fresias o con aquellas coloridas marimoñas, cultivadas por sus propias manos, que perfuman y alegran mis mañanas.
Olores…. Cómo pegan…. Asociaciones, vivencias… los recuerdos están acá, en plenitud, casi tan cerca que puedo escuchar y ver, aún a los que ya no están…
Pero mi tiempo expira. Las glicinas están acá, y yo volví.
Tomo otro broche. La soga, la ropa. Mi tiempo. Rápido…
Fue un placer viajar… Hasta pronto…


Myrtita

sábado, 30 de agosto de 2008

Turismo en el Delta

Myrtita se escapó de nuevo.... esta vez al sur de la provincia,
más concretamente al Delta del Paraná.
Deslumbrada por sus paisajes, no puedo menos que compartirlo.
Disfruten de las riquezas de nuestro país... con sólo un click en el mapita.

Myrtita

Tiempo de glicinas

El viento se tomó la atribución de entornar esa persiana que mañana tras mañana abro en un pacto secreto con el sol. Habilito su entrada, aún en mi ausencia.
La casa estaba en sombras cuando regresé aquella tarde. El silencio, va siendo una constante en estas rutinas vespertinas.
Me resisto a resignarme a no llegar para ver el sol, aunque más no sea, despedir sus últimos rayos en mi jardín.
Descorro las ventanas y empujo los postigos desafiando la actitud del viento.
Allí lo descubro. El tiempo de las glicinas llegó, sin aviso, o quizás sin percatarme de que se venía anunciando, mientras mi tiempo corría.
Mi tiempo vuela. Avanza de compromiso en compromiso.
Los días, las semanas, los meses se suceden sin darme cuenta. Sin siquiera darme la posibilidad de la reflexión.
Cada lunes, se desata el fervozo deseo de un pronto fin de semana, que ya comenzamos a añorarlo al caer la tarde del anhelado domingo.
Y, a soñar en uno nuevo, sin darnos cuenta de que en ese sueño se nos va la vida. Casi sin poder aprehenderla. Cada vez más rápido.
Pero detrás de aquella persiana, el tiempo de las glicinas ya había llegado. El tiempo de los días más largos, de las noches más cortas. Del viento, de la primavera. De Santa Rosa que despide al invierno. De los azahares, y las flores. De los colores y los perfumes. De la energía, de la juventud de corazones.
Tiempo de lapachos precoces, de jazmines tempranos, de ventanas que se abren, de jardines que despiertan a la vida.
Los días transcurren. No se detienen. Pero hoy lo decidí, y de cara al viento me detengo. Reflexiono… sólo hoy. Mañana añoraré el día que se fue, me alegraré de haberlo vivido y reviviré la ansiedad por el nuevo fin de semana.

Myrtita

domingo, 24 de agosto de 2008

Culeca out

La noticia detono en mis oídos a través de esa llamada telefónica.
La culeca ya no estaba entre nosotros. Los huevos adolecerían del tibio calor de sus plumas para llegar a buen término.
Y yo tenía que ver con ese trágico final.
Cómo explicar mi inocencia, si todo apuntaba a mis canes.
La llamada llegó, en el momento menos oportuno. Ya salía de casa, con una premura impostergable.
Cómo dar sosiego a la alterada verborragia de mi vecina del fondo, si mi tiempo era inexistente.
El tapial divisor de nuestras propiedades, nunca fue un tema de alta prioridad, en nuestra agenda de propietarios.
A lo lejos, detrás de esa improvisada cerca, una imagen rural se desarrollaba en el corazón de la ciudad. Gallinas, pollitos, patos, gansos, huerta, igualito que en el campo, pero en el medio de la urbanidad. A los fondos de mi fondo, en un escenario maravilloso que se apreciaba desde mi balcón, actuaban para mí, mañana tras mañana con sus graznidos y cacareos.
Todo era paz y armonía. Casi un paraíso, agreste, sin límites físicos. Ni alambres de gallineros ni tapiales, sólo aquellos límites que imponían las buenas costumbres y el respeto a la propiedad privada.
Pero nada es para siempre, y esa natural armonía comenzó a cambiar con la llegada al mundo de mis canes, que se convirtieron en los nuevos dueños y moradores del jardín.
Los límites de principios eran invisibles a su esencia. El cacarear de las gallinas los atraía sobremanera.
Eran cachorros. No sabían de gallos, de pollitos, de gallinas, de gansos ni de plumas. Sólo contemplaban esos seres, casi molestos, a través de esa improvisada valla.
Los cachorros crecieron y las plumas de las gallinas también.
Fue entonces que ocurrió ese primer encuentro, cuando alertada por el viejo Juan, que limpiaba de malos yuyos el fondo de mi vecina del fondo, me encontré con la blanquita, que paseaba orondamente por mi jardín aquella calurosa tarde de verano.
Con presteza acudí a su rescate, poniendo en cautiverio temporal a mi jauría.
Con un chorro débil de agua, emanando de la manguera, y con el aleteo de los brazos del viejo Juan, logramos encauzar la marcha de la blanquita, nuevamente a su hogar, a reparo tras la valla.
Pero nada pasa dos veces igual. Por eso esta historia comienza con una llamada.
La culeca saltó la tapia, pero ni Myrtita ni el viejo Juan, la vieron esa mañana.
Al recomponer la situación entiendo que la culeca nos visitó, y que sí, la recibieron los moradores del jardín, mis perros.
Sólo un desparramo de plumas, sobre el intenso verde del césped, señalaba su pasada malograda.
La cola entre las patas de los anfitriones, y aquellos plumines escapando entre sus dientitos, aparecían como pruebas más elocuentes.
Y ahí estaba yo, con el teléfono en la mano, mientras mi vecina del fondo ensayaba un monólogo poco amigable.
Las imágenes de lo ocurrido se me disparaban al son de su melodiosa voz.

Se me hacía difícil defender lo indefendible. Cómo esgrimir argumentos para aquella difícil defensa.
El crimen era más que obvio, y mi silencio más que oportuno. Lo que menos debía hacer era sumar razones a la ofuscación de mi vecina.
Debía aplacar su ánimo, o me condenaría a la incubación de los huérfanos huevecillos, hasta su eclosión y alumbramiento.
De pronto la imagen salvadora: Sansón, el morocho doberman morador del jardín de mi vecina de al lado. Un jardín también sin límites físicos con nuestro fondo y un perro amigo.
Así esgrimí el alegato de defensa en aquella comunicación….
- Es cierto, en el jardín había plumas. Imposible negarlo, pero señora, ¿adónde estaban las plumas? ¿En su jardín o en el mío? ¿Quién trasgredió los límites? ¿Los perros o la culeca?
Su silencio me dio pie para continuar.
- Y cuidado, porque no todo es como parece. Las plumas son evidencias, las plumas vuelan en mi jardín, pero los huesos, descansan… al lado de Sansón.
Solo un click fue la respuesta… La culeca estaba out. Ya no estaba entre nosotros.
Myrtita

sábado, 16 de agosto de 2008

Ensayo nada

Quiero hacer nada, pero nada es imposible. Quiero escribir algo, pero algo no me sale. Me sale nada, y nada si es posible.
Ensayo escribir sobre nada. Pero cuando junto palabras aparecen como algo, cargadas sin sentidos, disfrazando la nada.
Ocupo líneas y disparo ideas. Ideas incoherentes, ideas que solo mueven dedos en el teclado. Dedos rápidos que registran símbolos.
El teléfono me saca de la nada. La tele me saca de la nada, me mete en el mundo.
No quiero atender. No quiero mirar. No quiero escuchar.
Quiero nada, pero nada es imposible.
Mis sentidos me bombardean.
Escucho una canción que no elegí. Su ritmo llega a mis oídos. El televisor anuncia un sorteo en el que no elegí participar. Me llaman aunque yo decidí no llamar.
Quiero nada. El reloj me marca la hora de la comida. Pero no quiero. No tengo hambre ni sed. Quiero escribir nada, sobre las ganas de nada, sin involucrarme en nada, sin sentir nada.
Nada mas imposible en medio de esta globalización. Si hasta lo que ocurre en la China me está pegando. Cantan en chino. Me distraen de mi firme propósito de nada.
Decido silenciar el sonido, apagar las imágenes. Así a oscuras con nada. Pero mi mente trae imágenes, ideas, que borran nuevamente la nada.
De repente: -Mamá, ¿me podes ayudar? ¡Estás haciendo NADA!!....
¿Será que conseguí mi ensayo sobre la NADA y aún no puedo darme cuenta?
De nada

Myrtita

sábado, 2 de agosto de 2008

BA vacacional

Otra vez sopa…. BA de nuevo en escena, de nuevo diferente, un BA que se mimetiza con mis juntas.
Un BA vacacional!
Esta escapada fue de Jóvenes Viejos Amigos, amigos de aquellos años de adolescencia, amigos de vida.
Tres días, la dosis ya calculada, sin cambios. La medida justa para disfrutar sin estrés, y sin correr el riesgo de contagiarnos el vértigo porteño.
Aunque a decir verdad, el ritmo que le impusimos a nuestra escapada, superó la aceleración de cualquier lugareño capitalino.
¿Qué matices tuvo esta vez BA?
BA de julio tuvo…
Compras, más compras, más compras…
Comidas, más comidas, más comidas….
Paseos, más paseos, más paseos…..
Teatro, más teatro…
Cultura… alguito con Rodin…y Las Puertas del infierno...
Lugares lindos… Recoleta
Cosas viejas en San Telmo….
Cosas nuevas en Puerto Madero….
Amigos, amigos, más amigos….
Risas, más risas, más risas….
CARCAJADAS!!!.... Buena onda y FELICIDAD !!!
Myrtita

sábado, 26 de julio de 2008

Capítulo 3 - El nuevo servicio telefónico

Aquella puerta, la del fondo del pasillo, ya no era anónima. Después de la presentación formal, tenía un dueño con cara, además de aquel nombre y apellido escrito en el pequeño papel introductorio.
El 21 82 77 circuló entre mis amistades como reguero de pólvora, y muy pronto, la línea se reactivó. Tomó vida, una vida vertiginosa y por demás sonora.
Mis jornadas de flamante esposa, comenzaban algunas veces con la limpieza del minúsculo departamento, aunque otras, la mayoría, lo confieso, me deparaban la calle desde temprano.
El trabajo, mi trabajo, por aquellos días era algo así como un hobby. La razón para darme los gustos, la platita extra, mi incursión social.
Salía temprano, con el esposo, y llegaba tarde, aunque no tan tarde como él. Lo suficientemente más temprano como para encender la luz del pasillo anunciando mi presencia hogareña.
A los pocos días de la presentación con Bonel, su generosa oferta telefónica empezó a ganar adictos.
El primer impacto lo tuve aquel atardecer, cuando al encender la luz de la puerta, me percaté de que ésta no estaba vacía. Desde la altura de mis ojos, hasta la línea de la cintura, aparecía decorada con prolijos papelitos pegados con cinta Scotch. Todos decían algo diferente, sin alejarse ninguno del mismo modelo. Una hora, un nombre y un recado, que en la mayoría de los casos decía “Llamar”.
¡Si! Mis amigas inauguraban el nuevo servicio de telefonía, con su amiga esposa con teléfono prestado, y todas ellas sin el menor reparo o prudencia. La nueva forma de comunicación les venía bien, les parecía adecuada y de lo más normal. No había razón para medirse ni inhibirse. De hecho, no lo hicieron.
¿Cómo no responder ante tanta demanda?
Fue así que en aquella primera vez, tímidamente me atreví a golpear la puerta del fondo, con la mano atestada de papelitos, que portaban llamadas a responder.
Una sonrisa y un simple “Te demandaron mucho esta tarde”, fue la bienvenida.
Un ligero “…y si, ¿puedo llamar?", mi introducción, mientras sorteaba la puerta accediendo a su invitación a pasar.
El teléfono estaba en la mesita redonda, al lado del sillón, debajo del cucú y a la derecha de la mesa redonda en la que desplegaba sus periódicos.
Entre llamada y llamada, nos volcábamos al diálogo.
Algunas llamadas se prolongaban más de lo prudente.
Él a mi lado, con su prudencia, se sumergía en su religiosa lectura del Clarín, aguardando con paciencia el momento para el intercambio de ideas, de opiniones, o el simple comentario de la noticia leída.
La práctica se hizo hábito. Aguardaba con alegría aquel momento del día. El tiempo de las devoluciones telefónicas. El momento del diálogo.
Nuestro vínculo crecía.
De a poco, los nombres de los papelitos fueron tomando formas humanas, y cada vez más familiares.
De a poquito iba entrando en mi vida.
El “Don Bonel, ¿está Myrtita?”, ya nada tenía que ver con aquel primer llamado formal.
El “¿Cómo anda?” de mis amigas, o de la familia, del otro lado del teléfono, lo animaba a la charla.
Sus horas se fueron haciendo menos menos largas. Su vida menos vacía, y porqué no decirlo, la mía de nueva esposa, adquiría un nuevo matiz.
¡Había ganado un abuelo!
Myrtita

domingo, 20 de julio de 2008

Los NO amigos AMIGOS...

Hace muchos, muchos años, la escuela del barrio les abrió sus puertas.

Ella venía de ahí, del lado del centro. Él, de allá, de la zona del club.
Ella iría al "A". Él, al "C".
Sus vidas se cruzaban, casi por accidente, sólamente por eso de la cosa pública, la escuela.
Sus realidades nada tenían que ver, por lo que su correr de los días siguió así, corriendo, sin acercarse, sin confraternizar.
El tiempo fue pasando, y la vida se empeñaba en ese paralelismo ya asumido por ambos.
Una nueva escuela pública.
Ella al "D". El consecuente en el "C".
Fueron creciendo, en el antagonismo más absoluto.
Ella aplicada. Él vago. Ella sumisa. Él rebelde. Ella prolija. Él desalineado. Ella finoli. Él con el pueblo.
Nada en común. Nada que ver.
Él y su círculo de amigos. Ella y el suyo. Ambos convocantes. Ambos convocados. Pero cada uno en su mundo, ya que el de ambos no existía. Las diferencias eran abismales.
La vida siguió corriendo, y aferrados a la educación pública, ella se recibió. Él se recibió.
Sus vidas siguieron paralelas, pero la sociedad traza redes, que en algunos puntos aún lo más paralelo se toca.
Fue allí que la amiga de ella, se topó con él.
¿Cómo era posible? Si el agua y el aceite no se mezclan. No se puede rebatir este principio tan evidente.
¿Cómo seguiría esta historia, si ella era su amiga, y ésta su elección?
Justo con él, que nada tenía que ver ella. Con él, que siempre habían estado en veredas opuestas, casi diría, levantando banderas antagónicas.
Pero amistad obliga. Las puertas de su casa se abrirían para el amigo de su amiga. El amigo No amigo de ella.
Así, se encontraron en una mesa, en un diálogo que se habían negado de por vida.
Así comenzaron a decirse cosas, a explicar sus diferencias.
Así descubrieron que el aceite no era aceite, o ¿el agua no era agua?
Así empezaron a descubrirse, y a develar que aquellas profundas diferencias que marcaron sus vidas eran formas, formas sociales. Prejuicios.
Así descubrieron que bajo aquellas formas compartían un mismo pilar, la familia…
Así descubrieron que bajo aquellas formas, los movían los mismos ideales...
Así descubrieron que los amigos de uno también eran amigos del otro...
Los amigos….
Así se fueron convirtiendo. Él se volvió más prolijo. Ella se volvió menos sumisa.
Así compartieron su amiga. Ella como hermana. Él como esposa.
Así compartieron su hija. Él como padre. Ella como madrina.
Así compartieron eventos. El como cocinero. Ella como asistente.
Así compartieron la vida … hasta que decidió partir…


Así comparto su recuerdo, el recuerdo de mi NO amigo Amigo.


¡FELIZ DIA GORDIN!


Myrtita

Amigos

Sin ninguna duda...
La mejor inversión de vida!!!!
FELIZ DIA QUERIDOS AMIGOS!!!



Myrtita

sábado, 19 de julio de 2008

Eterna juventud

El ruido de la lata de ruleros contra el piso, y esos tubitos de colores escapando por doquier, me sacaron de mi abstracción.
Ahí, frente al espejo, enredaba mis lanas sin pensar, mientras esperaba mi turno.
Era mi mañana libre. La belleza sería prioridad en ese hueco que mostraba mi agenda. La belleza o el masoquismo.
Que el corte, que el color, que la depilación, que las lolas, que el botox…. que todas esas prácticas que ha ido imponiendo la civilización con el fin de enmascarar la naturaleza, el tiempo, y convertir en bella la bestia, en una mutación no siempre placentera.
¡Qué temas! ¡Que patrones de belleza!
Metros y metros de piel descartados después de un estiramiento.
Kilos de botox, para rellenar arrugas y surcos que se profundizan con la acumulación de experiencias.
Siliconas o medusas de formas esféricas que se meten delante del corazón, para levantar aquello que se escurrió en la maternidad. Las medidas más diversas, minúsculas de golf, una discreta ball de tenis, una ostentosa pelota de hándbol o una exuberante número cinco, dan ese nuevo look sensual a los ojos de algunos.
Depilaciones más o menos definitivas, que eliminan pelos de raíz como cardos con la azada, para dar el toque femenino.
¡Cuántas prácticas! ¡Que efectos! Todas con un mismo fin, la eterna juventud, aquella juventud del País Del Nunca Jamás de Peter Pan. Ninguna sin costo, Ninguna sin dolor. Y ahí mi inquietud, o mi duda ¿Belleza o masoquismo? No lo veo para mí.
La lata y los ruleros, me vuelven a la realidad, a la peluquería y al porqué de mi presencia.
Nuevamente mi cabeza se abstrae.
Cuando sea grande, voy a lucir una cabeza blanca como la de mis abuelas, platinada como la de una de ellas o natural como la de la otra. No estaba decidida.
Las hebras blancas aparecieron con precocidad entre las hebras castañas, de manera homogénea, dándole a mi cabeza destellos de luz. No me incomodaban, casi me gustaban. Reemplazaban esas iluminaciones forzosas.
Todo iba bien, hasta que la televisión, comenzó a difundir esas pinturas mágicas, fáciles de aplicar, duraderas o esporádicas, según la conveniencia de la amplia y variada demanda femenina, que tras su paso la juventud eterna aparecía.
Me resistí a su uso, todo lo que pude. Yo quería la cabeza blanca. Pero blanca era sinónimo de vejez.
¿Cómo lucir vieja, al lado de un galán, mas allá, de que el tiempo también sembrara en su testa profusas hebras plateadas?
Sociedad. Sociedad que marca diferencias. Principios. Prejuicios. Tendencias.
En la mujer las canas son un símbolo de vejez.
Los hombres están habilitados a lucir, y casi diría ostentar las canas como símbolo de madurez, de experiencia. Y si las canas aparecen en las patillas, tanto mejor. Los convierten en un sex symbol, irresistible.
El social, no podes dejarte las canas, me fue taladrando.
Así claudiqué, y me sometí por primera vez a las pinturitas caseras, que fueron dando lugar a formas más refinadas y profesionales creando, por mi esencia femenina, una nueva obligación en mi agenda. Obligación a cubrir en mis tiempos libres, transformándolos en tiempos ocupados, ocupados por cosas de ellas.
Vuelvo a mi posición frente al espejo, mientras la radio intenta superar con su canto el ruido que provocan los secadores y el parloteo incesante de mujeres que se cruzan en sus diálogos.
Levanto mi vista del tejido, y a través del espejo, veo aquellas que no dialogan, y prefieren la actualización literaria. Aprovechan los minutos que demanda su permanencia para ponerse al tanto con todas las modas, el mundo de la farándula, quintos casamientos, nuevos hijos, divorcios, peleas, reconciliaciones, prácticas de belleza. Devoran revistas que fuera de este mundillo no se permiten, porque fuera de aquí, a ninguna le interesa eso, porque ser cholula no se asume en cualquier parte. Acá en el paraíso de ellas, esas noticias suculentas, están disponibles todas, allá, en aquella mesita baja.
Vuelvo a mis agujas, cuando el despliegue de una bata oculta mis lanas, sin aviso ni pedido de permiso la práctica del color comienza, es mi turno.
El peine se clava en mi cabeza. El olor acido y penetrante de la tintura ya se siente. El pincel corre por mi cabeza, y el color chorrea mi sien. Por favor, crema, que después la marca no sale, me animo a decir. Aceptan mi sugerencia, aunque sin incorporarla a su rutina.
Listo, la pintada ya está. La pintora se muda a otra cabeza.
Al rato reaparece con la gorra en su mano. Contra cualquier principio de lógica y sentido común, siento que la coloca a contrapelo. Mi cara se desfigura, imaginando el placer de sentir la resistencia que ofrecerá mi cabellera para asomar como mechitas.
La aguja de crochet ya se clava en mi cuero cabelludo. La siento, y siento el enredo de las mechas debajo de la gorra plástica cuando la aguja las engancha e intenta sacarlas a contrapelo, siguiendo una prolija grilla de puntos , que dará a mi cabeza la luz suficiente y necesaria.
Hay poca gente. Otra colaboradora ataca por el lado izquierdo. Mi mente quiere prepararse para el dolor. A cuatro manos sobre mi cabeza, no sé por dónde me atacan.
Intento retomar el tejido, rescatándolo de abajo del poncho. Quiero concentrarme. No pensar, no sentir. Todo sea por la belleza. Por la juventud.
Miro hacia el costado a través del espejo. Veo largas mechas colocadas prolijas sobre el dresoir. Se las pegan en la cabeza de mi vecina. Extensiones le llaman. El crecimiento espontáneo.
A la derecha, la vecina de la otra cuadra, debajo de un color rojizo de moda.
Para otra, más antigua, los ruleros. Otra bajo la tijera renovando su look. Otra con vapor hidratando sus ideas. Pinturas de uña y el sol pleno a la piel. Bellezas.
Ahora el cepillo para mí. Las mechas que emergieron de la gorra deben soltarse antes de ser sometidas al amoníaco que les quitará su color, mientras me impregne su olor.
Un despertador marcará el tiempo suficiente para el cambio.
Reemplazo mi tejido por un nuevo capítulo de mi novela, para no caer en el aburrimiento de la espera.
Ya suena la alarma. Me conducen hacia la pileta. Es el tiempo del lavado. Vamos a la pileta. Mi cabeza imagina el suave enjuague.
El agua fría del chorro me vuelve a la realidad. De repente el agua hierve y me sobresalta. La imagen de pelar chanchos, me saca una sonrisa. La chancha soy yo.
El chorro frío del shampoo, me toca la cabeza, y siento los dedos de la lavadora de cabezas, que se clavan intentando llegar a mis sesos. Nada es suave. Nada es placentero, aún pudiendo serlo. No entiendo, más no me manifiesto. Cierro mis ojos y lo pienso lindo. Ya va a pasar. Todo sea por la juventud.
Listo. Al secador. Me resisto de nuevo al calor y al viento. Pero mis argumentos no son tenidos en cuenta. Un secado rápido va a ser mejor.
A cuatro manos. Otra asistente nos ayuda.
Mi paciencia está en el límite. Me quiero ir.
La puerta se abre y se cierra a cada rato. Mujeres que vienen. Mujeres que van.
Las transformaciones están en marcha.
Las escobas de las brujas que entraron, esperan estacionadas detrás de la puerta.
En momentos las brujas serán princesas, las escobas serán carrozas, esporádicas.
En breve las carrozas serán calabazas, y las calabazas, escobas de nuevo, pero sólo para no perder la ocasión ni el privilegio de revivir, en otra jornada libre, esta sesión de belleza en aras de la eterna juventud.

Myrtita

sábado, 12 de julio de 2008

La patria está triste…

Las pujas por los intereses y las avaricias personales la despellejan … La desangran …
Lo veo en la tele. Lo siento en el alma.
Pienso en aquellos que la hicieron nacer, que le dieron forma.
Hoy veo a los que la deforman.
Pienso en aquellos que ofrecieron sus bienes, que ofrecieron sus vidas.
Veo a estos que hoy, le quitan sus bienes, que le quitan sus vidas.
No encuentro al bien común, que seguramente por común, lo han perdido…
El YO por encima del NOSOTROS…
No lo entiendo. Me apena. Me da rabia. Me rebelo.
Por eso, por esto, por la Patria y por nosotros tomé la decisión….
VAMOS a festejar el cumpleaños de la PATRIA!!!
Así lo hicimos, con un Guisito de lentejas, al estilo de su nacimiento… en una jornada completa, al estilo de los cumpleaños…
Con un sentido de fiesta, de alegría y de reencuentros me aboqué a la cocina...
Sólo dieciocho comensales, probablemente menos en número que los convocados en aquella pequeña casita de Tucumán.
Con empanaditas de entrada, como las que se comían allá…
Con heladitos de postre, como los que se degustan acá…
Con facturitas y mate, como los que trascienden fronteras…
Con algarabía y jolgorio, como nos sale del alma….y sino???


(Presionen F11 para verlas grande!!!)


Myrtita

Desde hace cinco meses...

Me debatía en cómo empezar a escribir lo que siento… Pensaba, pensaba, pero nada…
Decidí postergar la redacción, hasta ordenarme, encontrar las palabras, la forma, echándole una mirada a mi bandeja de correo.

Allí apareció este mail, uno de esos tantos FW que me llegan.
Lo abrí, con las ganas del “uno más”.
Ya lo conocía, ya había estado en mis manos antes.
Lo leí nuevamente, pero lo sentí diferente, y sin querer encontré en él la punta del ovillo para descifrar mis sentimientos.
En clave… una clave incoherente, en la que si uno se deja llevar y la sigue, la llega a entender.

“C13R70 D14 D3 V3R4N0 3574B4 3N L4 PL4Y4 0853RV4ND0 A D05 N1Ñ45 8R1NC4ND0 3N 14 4R3N4, 357484N 7R484J484ND0 MUCH0 C0N57RUY3ND0 UN C4571LL0 D3 4R3N4 C0N 70RR35, P454D1Z05 0CUL705 Y PU3N735. CU4ND0 357484N 4C484ND0 V1N0 UN4 0L4 D357RUY3ND0 70D0, R3DUC13ND0 3L C4571LL0 4 UN M0N70N D3 4R3N4 Y 35PUM4... P3N53 9U3 D35PU35 DE 74N70 35FU3RZ0 L45 N1Ñ45 C0M3NZ4R14N 4 L10R4R,P3R0 3N V3Z D3 350, C0RR13R0N P0R L4 P14Y4 R13ND0 Y JU64ND0 Y C0M3NZ4R0N 4 C0N57RU1R 07R0 C4571LL0; C0MPR3ND1 9U3 H4814 4PR3ND1D0 UN4 6R4N L3CC10N; 64574M05 MUCH0 713MP0 D3 NU357R4 V1D4 C0N57RUY3ND0 4L6UN4 C054 P3R0 CU4ND0 M45 74RD3, UN4 0L4 LL1364 4 D357RU1R 70D0, S010 P3RM4N3C3 L4 4M1574D, 3L 4M0R Y 3L C4R1Ñ0, Y L45 M4N05 D3 49U3LL05 9U3 50N C4P4C35 D3 H4C3RN05 50NRR31R. “

Y rescato “… GASTAMOS MUCHO TIEMPO DE NUESTRA VIDA construyendo alguna COSA…una ola DESTRUYE TODO… solo permanece la AMISTAD, el AMOR, el CARIÑO y las MANOS de aquellos que SON CAPACES de hacernos SONREIR…”

Estoy convencida de que las cosas en la vida no ocurren porque sí, aún aquellas que parecen que sí. En su fuero íntimo existe una razón, una razón que nos convenga, o una razón que nos pese.
Hace cinco meses ocurrió una de esas cosas. Sin razones, de razón, con razones que nos pesan.
Un golpe duro, el más duro que me ha tocado pasar.
La muerte no estuvo ausente, pero la vida, no le dio cabida y nos ofreció un desafío enorme. Seguir. Luchar, a brazo partido para lograr lo que se nos dio este 9 de julio. El regreso de MI amiga... perdón por el egoísmo…. De NUESTRA AMIGA!!!
El regreso de mi amiga a casa...

La entrada de mi amiga por la puerta grande. Una puerta que debió haber sido más grande aún, porque de su brazo, entramos muchos, una multitud, que apostamos a la vida, a la recuperación, con la fuerza de la amistad, el amor y el apoyo incondicional… del corazón.
Desde hace cinco meses he llorado…
Desde hace cinco meses me han incitado a vencer miedos…
Desde hace cinco meses me han permitido crecer en valores…
Desde hace cinco meses me asombro, me enorgullezco, me emociono de esta familia por adopción y convicción que conformamos.
Desde hace cinco meses los siento más míos que nunca…
Desde hace cinco meses venía guardando esto que hoy me sale… GRACIAS!!!!
Myrtita