El seis de marzo es de esos días, que desde siempre aparecía
señalado en el calendario.
Todos sabíamos el porqué, sin necesidad de preguntas. Era
día de festejo, de regalos, de celebración, de familia, de amigos.
Un día, el seis de marzo cambió su connotación. Jamás dejó
de aparecer señalado en el calendario, y cuando llega, sin palabras y a veces
hasta con una sonrisa cómplice surge el recuerdo y la pregunta de algún
memorioso de - ¿Sabés que día es hoy?.
Sí que lo sé. Es tu cumple.
Hace más de diez años que no celebramos, pero en la rueda de
la vida, en la Tierra, cada año se agrega uno más.
La verdad es que nunca me detuve en pensar el resultado de
esa suma, pero, este año un comentario al pasar deslizó un - Serían 90.
Ese número fue como un baldazo de agua que me despertó a la
realidad.
Serías grande, hasta vieja diría.
¡Pero no! Esos 90 no concuerdan con vos.
No puedo meter tu imagen en ese número. Hace días que lo
intento, pero apareces lozana, fresca, sonriente. Te veo joven, vivaz.
Intento pensarte como una viejita elegante, de esas que
pasean por la calle Santa Fe, en la Capital. Esas a las que me gustaría
parecerme cuando sea más mayor, pero tampoco me sale.
Tu belleza y elegancia aparecen intactas en mi recuerdo. No
quiero que se me escape. Quiero eso por siempre.
Pongo un 90 disociado a mi recuerdo, sólo para que al mirar
el calendario, este seis de marzo, pueda decirte despacito ¡Felices 90 mamá!