domingo, 17 de mayo de 2015

La ruleta del tiempo

¿4 de junio? No, quizás antes. ¿El 25 de mayo? No creo, es muy pronto. ¿Cuándo cambia la luna? Preguntale a GOOGLE. El 2 de junio. Es llena. ¿Será?....
Todas esas dudas me abordan cuando el momento de la nueva vida se acerca.
Esta historia comenzó para mí el 30 de septiembre de 2014, en una fecha memorable porque mi querida Escuela Del Centenario cumplía sus primeros 100 años de vida. El festejo, que en mi imaginación deslumbraba y del que no podía estar ajena ocupó parte de aquella tarde.
Cuando el sol ya se escondía, las piernas acusaban el cansancio de la postura firme en el cordón de la vereda y el frío empezaba a colarse tras las finas mangas de mi camisa, emprendimos con mi amigueta el regreso al hogar.
Nos despedimos en la puerta con el acostumbrado nos llamamos y entré.
Luces encendidas y ventanas abiertas eran la más clara señal de que en casa se comenzaba a vivir la estación de las flores y del amor que renace.
Los perros me recibieron y dos hijos en casa como únicos humanos.
Disparé un ¡hola! Cómo único eco recibí cuatro ojos cómplices que se clavaban en mi figura. Mi cabeza se disparó y empezó a jugar a las adivinanzas sin poder detenerla. ¿Qué pasa? ¿Quedó linda la pérgola? ¿Los perros hicieron de las suyas? ¿Dónde está JA? Nada, sí, no, nadando…. Por ahí no estaba la respuesta al nerviosismo y a la complicidad que cada vez era más elocuente.
Bueno, ¿qué pasa? ¿Será que viene S. a cenar o es que voy a ser ABUELA? Esa cosa que una dispara sin pensar y pregunta sin saber a ciencia cierta qué pregunta ni porqué, tuvo una respuesta contundente: SI, acompañado por ojos desorbitados que no podían entender el acierto.
¿SI QUE? ¿Va a haber cena o es que voy a ser abuela? ¡Vas a ser abuela!
No sé cuánto tiempo pasó. Pero creo que el mundo se detuvo. Mi cabeza parecía un reloj de esos de los dibujitos en los que saltan los resortes, caen los engranajes, todo se destartala, las piezas no encajan y hay que recomponerlas antes de volver al mundo.
¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Y ahora? ¿Y JA? ¿Y vos? ¿Y Uds.? Y, y, y, y…
Y ese fue el big bang cósmico que estalló el 30 de septiembre de 2014 cuando mi benemérita Escuela Del Centenario cumplía sus primeros 100 años de vida y yo asumía sus 100 años como propios al imaginarme abuela.
La idea del abuelazgo se fue instalando en mi mente y la presencia de ese nuevo ser se ancló de inmediato en mi alma.
Pero ABUELA, nada de ansiedades, porque nueve meses es mucho tiempo.
En nueve veces las estaciones se suceden tres veces.
En dos meses fui abuela de perros.
En dos meses más los cachorros salieron del nido y empezaron sus vidas.
En tres meses el bebé fue un poroto.
En un poco más el poroto empezó a tener formas y se convirtió en TOMÁS.
En seis meses TOMÁS contaba monedas con sus dedos y nos mostraba sus destrezas guardadas en un DVD.
Pasaron nueve meses. Tomás se prepara para su salida. Ya está en la línea de largada y nos hizo un guiño.
Abuela, nueve meses es mucho tiempo, aunque si miro hacia atrás me doy cuenta de que los nueve meses se escurrieron en un abrir y cerrar de ojos.
Y pasaron nueve meses. La ansiedad contenida comienza a desbordarse. La carrera contra el tiempo. Tejidos, costuras, compras. Todo antes como que después no corresponde. Todo ya, antes de que llegue.
La ruleta del tiempo está corriendo. Cada vez gira más despacio.
4 de junio. NO, quizás antes. ¿El 25 de mayo? No creo, es muy pronto. ¿Cuándo cambia la luna? Preguntale a GOOGLE. El 2 de junio. Es llena. ¿Será?....

Qué sea y ¡BIENVENIDO TOMAS!

myrtita