viernes, 23 de diciembre de 2011

miércoles, 21 de diciembre de 2011

domingo, 18 de diciembre de 2011

Una caricia para el alma

-Myrta, te buscan para el video por los 25 años.
- Lucy, deben estar equivocados. Hace un año que cumplí los 25 años. Ya me regalaron una birome.
- No sé, pero vení. ¡YA!. Acá te esperan.
De nada valía seguir dando razones ante semejante contundencia, por lo que suspendí mis tareas del día y me dirigí a la mesa de entrada de la facultad, sin perder la idea de dar mi explicación racional, pero de manera presencial a quien allí me esperaba.
Pero me quedé sin argumentos. Las pruebas estaban ahí y a ellas se remitían para convocarme. Acababa de cumplir 25 años. 25 años que me rejuvenecieron el alma con una especial alegría y 25 años que me llenaron la mente de historias. 25 años de servicio en la universidad no era poca cosa.
En consecuencia a la que buscaban por el video institucional de los 25 años era yo, y no otra. No quedaban dudas.
No sabía bien de que se trataba esa movida pero la suerte estaba echada y Myrtita embretada sería una protagonista más de ese video.
Fue así que las partes se encontraron: el periodista, el camarógrafo y la estrella.
Esperaba el cuestionario, la entrevista guiada, las instrucciones, pero lo único que llegó fue la sugerencia de pasarme el cable de un minúsculo micrófono por debajo de mi camisa para evitar que quedara expuesto y la advertencia de ubicarme para enfocar lo más lindo del paisaje y minimizar la interferencia del viento que se empeñaba en volarme con sus fuertes ráfagas.
La misión del micrófono no fue nada sencilla. La travesía del cable era larga para llegar a destino sin desnudar mi alma, digamos. Pero lo logré.
Esperaba las palabras del especialista, ya no de imagen, sino de contenidos que se circunscribió a un escueto:
-A la cuenta de tres comenzá.
-¿Qué? ¿Comenzá qué? fue lo único que atiné a preguntar.
-Comenzá a hablar. Contá sobre estos 25 años.
-Ah!!!! ¡Qué sencillo!
La situación no era fácil. Comenzá a hablar significaba en tres minutos, frente a una luz parpadeante y sin nervios intimidantes de por medio, desandar una vida.
-Entonces, ¿digo todo sola?
- 1, 2 3… YA!
Y la caja con historias se destapó y pude ver el fondo de ella. Un fondo muy lejano que se anclaba más allá de 25 años, ya que comencé a ser parte de la UNER al decidir ser ingeniera agrónoma, recién salida de un secundario con miles de temores.
En un santiamén me encontré en una facultad nueva, con un edificio incipiente que nos obligaba a ser nómades en nuestras primeras clases. Un predio sin asfalto que nos obligaba a cambiarnos de zapatos los días de lluvia para entrar a rendir civilizadamente, cuando el colectivo nos tiraba en la ruta lejos del piso firme.
Una facultad muy en obra en la que nos apropiábamos de la ciencia en aulas sin revoques, con focos desnudos que colgaban de vigas de hierro que sostenían chapas sin cielorraso, con contrapisos sin baldosas, barridos y humedecidos para que el polvo hiciera una tregua que nos permitiera ver el pizarrón, en aulas con sillas con mesitas unidas que se movían buscando afinidades y tejiendo lazos entre esas caras nuevas.
Nos íbamos apropiando de las ciencias del campo sin despliegues tecnológicos. Con pizarrón negro, tizas, libros, apuntes y voluntades de docentes por enseñar y de alumnos por aprender. Con salidas al campo, prácticos con frío y cultivos con calor.
Con partidas de truco que se libraban en los ratos libres en galerías descubiertas, al lado del kiosco de coca cola como único refugio.
Escucho la bocina del colectivo desde la ruta anunciando su última pasada por Oro Verde a las 20:30 hs. Nos agarraba desprevenidos en una clase. Nos obligaba a la carrera para abordarlo y no tener que recurrir a hacer dedo en la ruta para volver a Paraná. El dedo era el medio de transporte más difundido y más práctico entre la población estudiantil.
Una época de agendas apretadas de parciales y finales.
Números, yuyos, bichos y en un tiempo relativamente corto un título en la mano como pasaporte para el trabajo calificado.
Una etapa culminó aunque el escenario siguió siendo el mismo, pero con aulas revocadas, con pisos lustrosos, cielo raso, luces, pizarras blancas y marcadores. Las mismas sillitas con mesa que se movían buscando afectos pero yo ya no estaba ahí, ahora era profesora.
Y pasaron 25 años. Desde auxiliar de docencia a Profesora adjunta. Ni de bichos ni de yuyos. De bits y de bytes y de computadoras metidas con el campo. 25 años de aula con 25 camadas de alumnos que me dejaron experiencias únicas e irrepetibles. 25 años signados por enormes avances tecnológicos. 25 años en los que la facultad creció y se ganó un lugar trascendente en la educación superior. Me involucro en ella y mientras hablo me doy cuenta del enorme orgullo que siento de haber sido un pedacito de esta historia y de llevar en el alma y para siempre esta arraigada camiseta UNER.
- Listo. Ya está… Salió muy bien… ¡Muchas gracias!
La luz roja se apagó. La prueba había pasado. Yo cumplía 25 años de servicio y la Universidad de alguna manera nos daba las gracias con esta pequeña caricia para el alma.

Con un clic les muestro como terminó la historia.
Myrtita

martes, 13 de diciembre de 2011

Una nueva oportunidad


Como dice la canción
"...siempre habrá un segundo tiempo..."
y eso pasó.
mi muro verde vivo un sueño
que vuelve a tomar forma
Myrtita

domingo, 27 de noviembre de 2011

Sí.... Puedo!!!!! Puedo???

Lo encontré en un Facebook que no me gusta, pero que a veces... es re lindo!
Myrtita

sábado, 12 de noviembre de 2011

Mi muro verde vivo

¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que los tachos de pintura, la brocha y la escalera habían abandonado el pasillo que conduce al jardín tras dejar las paredes limpias y luminosas? No lo recuerdo, pero tengo la certeza de que no había sido mucho cuando un tímido vástago se estiró sobre la pared limpia y luminosa invadiendo mi propiedad. Provenía del estrecho y largo pasillo del vecino. Mi espíritu prolijito tembló al descubrirlo agarrado con fuerza a mi pared que estrenaba la pintura.

¿Cortarlo de cuajo? ¿No dejarlo avanzar? ¿O hacer la vista gorda y permitirle entrar y crecer libremente?

La curiosidad primó. La intriga de su forma, el querer saber hacia dónde se iba a dirigir y la velocidad con que crecería, evitaron el corte drástico y terminante.

Al evaluar las consecuencias de esa licencia consideré que el daño no sería grande y probablemente tampoco su permanencia fuera prolongada ya que la pared estaba recién pintada y había que protegerla.

Día a día abría la puerta al jardín para descubrir su avance sobre la pared limpia y luminosa. Día a día lo veía crecer en la más plena libertad, bajaba, subía y hasta doblaba superando el ancho del pasillo para tapizar otros muros. Con esos avances me fui haciendo, poco a poco, a la idea de que mi pared se fuera convirtiendo en una pared de esas casas victorianas con muros vestidos. Poco a poco me fui imaginando la posibilidad de abrir la ventana que da al pasillo y enfrentarme al verde, a una pared viva, al cambio de paisaje con el cambio del color de las hojas en las diferentes estaciones, ya que la morfología del vástago intrusado había quedado al descubierto demostrando que era una parra de la virgen, de hojas caducas que incluía un intenso color ocre en el otoño antes de caer.

Ya no me importaban las alimañas que podrían resguardarse en ella. Tampoco me importaba la suciedad que provocaría la caída de sus hojas con el frío del invierno. Casi me sentía la reina Victoria en su palacio de paredes verdes tapizadas de vida.

La parrita crecía sin límites ni caminos forzados. Las guías hacia la pared principal se mostraban perezosas ante mi ansiedad. Las guías que se disparaban hacia lo alto corrían día a día con pasos agigantados y se entrecruzaban sin ninguna lógica.

El otoño me sorprendió sin que las hojas llegaran al destello del rojo violento.

El invierno se llevó sus hojas que barrí pacientemente.

El estallido de su porte se daría con la energía de la primavera y con buenas lluvias, en el verano mi ilusión del muro vestido sería realidad.

En cada camino buscaba paredes con hojas, buscaba la imagen que sería mía en un tiempo cercano, la casa victoriana, de paredes vivas. Plenamente convencida de que eso era una meta aún con la idea de convivir con alimañas colonizadoras del muro.

Aquel día volví de noche. Era parte de mi rutina cerrar la puerta del pasillo.

Una guía con hojas apareció en el marco de la puerta como intentando filtrarse al interior del living. Con ese indicio entendí que la invasión tomaba demasiadas alas para mi gusto, pero era de noche y estaba cansada. La corrí lo suficiente como para poder cerrar y cuando la luz del día me permitiera ver más claramente su situación tomaría una decisión drástica o acotaría su libertad conduciéndola hacia la otra pared.

Amaneció. El abrir la puerta del pasillo estaba entre mis tareas matinales.

Hojas en el suelo no se condecían con la estación del año. Era primavera. Levanté la vista buscando el verde de las hojas en mi pared con vida y mi ilusión se desvaneció. Hojas agónicas colgaban de las paredes. Hojas mustias tapizaban el suelo. Mi pared victoriana estaba más muerta que la reina. Mi coronación se frustró abruptamente. Las tijeras de la poda habían triunfado.

La invasión vecinal había terminado.

Las paredes limpias y brillantes retomaban el color del látex pero con las huellas marcadas de un sueño arraigado que despertó antes de ser mi muro verde vivo.

Myrtita

Un poquito más de río

Myrtita

viernes, 11 de noviembre de 2011

Uno, dos, tres y cuatro!!!

- El jueves nos vamos. Nos organizamos temprano y salimos.
Era el día de madres cuando el programa quedó armado, con la consistencia de lo indisoluble, sin embargo el miércoles comenzaron llamadas cruzadas que frustraron el propósito.
Transcurrió otra semana y al miércoles siguiente, - Ya está todo comprado para salir, la nafta, las tripas, y el - …pero ¡nos vamos de viaje! frustró por segunda vez el intento.
- La semana próxima desde ya queda en pie el compromiso. El próximo jueves sí o sí salimos, salvo que caigan rayos y centellas obviamente.
Pronóstico de por medio al tercer jueves una parte de la tripulación abordó temprano la lancha que dormía desde hacía dos años, sin que nos hubiéramos dado cuenta de que los días y los años habían pasado tan pronto.
Como tercera integrante, en carácter de navegante sin caña, me sumaría a la aventura después del mediodía, al terminar mis tareas. La ansiedad se apoderaba de mí con el paso de las horas. El río me esperaba y en un rato más lo estaría navegando. De repente el celular, camuflado en el bolsillo trasero de mi jean, empezó a vibrar anunciando una llamada. Eran novedades.- No arrancó. Programa suspendido. Nos vemos en casa.
Todos los astros se alineaban para que nuestra salida fuera un no rotundo.
Perseverantes con la idea de reflotar la embarcación, volvimos a decir:-El próximo jueves sí o sí salimos.
La mirada día a día del pronóstico nos mostraba que a medida que se acercaba el jueves aumentaban las probabilidades de lluvias y tormentas para el miércoles pero esta situación se revertía plenamente para el jueves convenido.
Ya sin demasiadas esperanzas dejamos correr los días hasta que el jueves llegó.
Cenizas volcánicas causando inconvenientes en el tráfico aéreo, fue la noticia del despertar, pero esas noticias no hacían alusión a la náutica. El sol hacía su aparición en un cielo diáfano y celeste sin nubes en el horizonte y con batería nueva las condiciones estaban dadas para la definitiva concreción de la esperada salida en lancha.
A las nueve de la mañana se autoconvocaron el capitán y su grumete para la prueba fatídica del arranque. La estrella del Paraná se sumaría pasado el mediodía para levar anclas con destino a aguas arriba.
Nada faltaba en la organización. Los dos bidones con nafta, el protector solar, los gorros, la milanesa picada, el queso sardo, las malteadas, el agua fresca, los jarros una tradición resguardada en la lancha desde que nació, el tintillo añejado a bordo desde hace no sé cuánto tiempo.
Afortunadamente el celular este jueves no vibró con noticias no deseadas y rozando las dos de la tarde arribé al muelle adonde aguardaban mi presencia.
Cuando me uní a la tripulación, a la vista había indicios de que algunos detalles no habían funcionado del todo bien en la previa. Rodillas ardientes, orejas coloradas, cabeza con poco pelo super expuesta al sol daban lugar al diálogo para dejar sentadas las razones de estos efectos.
El viento, un factor casi no considerado a la hora de la salida, con su fuerza y las olas que provocaba, estuvo al límite de ser el motivo de una nueva suspensión y en las palabras apareció como el responsable de haber solapado al sol mientras quemaba sin piedad y de la pérdida irreparable del sombrero del capitán.
A pesar de esos detalles finalmente partimos con nuevos gorros y una nueva pasada de protector solar. La situación del viento ya no era tan crítica como lo había sido en la incursión de prueba de motor de la mañana, por lo que a buena marcha arribamos al arroyo La conchilla sin mayores sobresaltos.
Amarramos sobre una margen. Encontramos cerdos. Nos mudamos a la otra costa por falta de pique y comenzó la pesca sin tregua aunque de piezas chicas que volvían al agua para seguir creciendo.
Sol, almuerzo, pesca, música y paz.
Levantamos campamento. Guardamos las cañas y una vueltita nos bastó para apreciar los cambios del río con los relatos de nuestro capitán, un viejo lobo de río, tal como se suele llamar a sí mismo. Una vueltita por los brazos del Paraná para deleitarnos con su magnificencia, disfrutar de las aves que avistaban sus presas en vuelos rasantes, pescadores en canoas con sus redes y espineles pescadores en sus ranchos con el saludo pronto ante el paso de las embarcaciones.
Cuatro jueves fueron necesarios para esta tarde de dicha, en la que la estrella del Paraná vencida por la incompetencia de su mojarrero se dedicó a dejar registros, con su cámara, de la suerte del pescador principiante y de la experiencia del viejo lobo del río.
Tres generaciones. Un espacio acotado, la lancha. Un espacio amplio y maravilloso, el río. Una alegría infinita la de poder compartir con un padre y un hijo.



Myrtita

lunes, 10 de octubre de 2011

Un parque desde el corazón

Después de varios días de frío y lluvia, en los que la primavera quedó olvidada, el sol hizo su reaparición.
Tímidamente y pidiendo permiso a unas nubes negras que se resistían a abandonar el cielo fue brillando con la intención de tentarnos a abandonar el encierro y el letargo de los días grises.
Con ese estímulo los pies comenzaron a andar sin camino fijo, sin planificación pero con una meta: el Parque Urquiza.
Quería una caminata diferente. Nada de calles ni veredas. Quería adentrarme en las barrancas. Subir y bajar esas escaleras escarpadas que desde arriba provocan vértigo y desde la base parecen imposibles de vencer.
Quería recorrerlo, dejarlo en imágenes, disfrutarlo como esas personas que aparecían en la recorrida y que por los diálogos que se filtraban quedaba en evidencia que se trataba de turistas. Turistas maravillados por la belleza de esta naturaleza generosa que se nos brinda día a día y que por ser costumbre tantas veces pasa desapercibida o no es valorada.
Quería disfrutar del parque. Cansarme en la recorrida. Mirarlo desde adentro. Llegar a su corazón con la intención de que le pegue al mío.

Quería y lo hice. Llegué y me llegó.



sábado, 27 de agosto de 2011

Disfrazados


Así quedaron los disfraces!

Myrtita

No hay como.... un fin de semana largo!!!!

¿Qué pasa en un hogar normal cuando se juntan un cumpleaños de hija
con la previa de una fiesta de disfraces?
La pregunta del millón puede tener millones de respuestas si dejamos volar la imaginación, pero ¿para que tanto trabajo de pensar cuando las imágenes pueden dar testimonio de semejante movida?
Y así fue. Hay gustos que merecen palos,
pero a los gustos,
hay que dárselos en vida...
o no???

Myrtita

sábado, 13 de agosto de 2011

Nació TOMATINO!!!!!

Es hermoso!!!!
Hoy lo vi!!!!
Pero todavía no está con su mamá,,,,,
Está en la nursery....
habrá sido prematuro,o será que sólo le falta que las enfermeras le pongan los aros???
Ya me aboco a conseguirle el llavero rojo, para cuando salga....
Mientras tanto se los presento, no aguanté a una NO FOTO!!!!
Myrtita

domingo, 7 de agosto de 2011

Sin permiso

Una caja chiquita, chata, cuadrada, con dos discos dos tecnologías DVD y CD.
Era un regalo. No mío. Llegó con un mensaje que le quitó toda objetividad. ” Sabemos que lo vas a disfrutar. Sólo tomate un tiempo y dejate llevar”.
Un regalo mínimo. Menos espacio que un ladrillo.
Un regalo no mío que despertó curiosidad. Una curiosidad que me superaba.
El celofán que lo protegía de las manos indiscretas que todo tocan en las góndolas de la música, ya había sido retirado por el dueño.
Terminé las tareas que me había propuesto para la mañana dominical.
Tenía el tiempo que decían que era condición para disfrutarlo.
No era mío el regalo, pero estaba ahí, en la mesita frente al sillón, al lado de mi computadora, delante de la televisión que todavía no había amanecido.

Era domingo. Todos descansaban hasta más tarde.
La caja estaba ahí. No tenía el permiso para estrenar el regalo.
El regalo no era mío. .
La curiosidad fue más fuerte y no resistí. La abrí. ¿Qué tanto podía tener eso tan chico y cargado de bondades?
Retiré el viejo CD musical, inquilino de mi laptop. Vive en ella y duerme en ella esperando el momento de ser oído alguna vez, y lo reemplacé por ese que me intrigaba.
Elegí CD, no DVD. No quería imágenes que me condicionaran.
Empezó a sonar. El abrir esa caja mínima, más chica que el ladrillo, me abrió el alma. Me dejé llevar hacia la nada, hacia donde mi mente quisiera ir. Fui lejos. Salieron lágrimas.
Busqué imágenes y no aparecieron. Centré la vista en mi cuadro que nada dice y que tanto me hace sentir y me dejé llevar.
Quise escribir.
Recurrí de nuevo a mi laptop de la que emanaban melodías y le pedí que me dejara escucharme y leerme.
Comencé a escribir, sin guión, sin sentido, sólo sintiendo. No es una búsqueda. Persigo nada. Sin análisis sólo sentir y disfrutar. Tomándome el tiempo. Mirando mi cuadro. Dejando que el sol entre.
Sin permiso emprendí un viaje corto, pero lejos.
La cajita chiquita que nada dice me llevó hondo. Lejos. Sin rumbo, Me llevó hondo, buscando nada.
Fue lindo. Sin permiso me di permiso.
Myrtita

miércoles, 20 de julio de 2011

Mi amigo Chispa

Hoy despedí a mi amigo. Cerré un ciclo. Se dice así ¿no?

Las cosas materiales son eso, son cosas. No más que eso, pero my-chispa, no fue una cosa material. My-chispa fue mucho más que eso. My-chispa fue algo especial en mi vida.

My-chispa fue osado. My-chispa fue divertido. My-chispa fue el irreverente que enfrentó al mundo prejuicioso con su verde brillante. Un verde alegre. Un verde de esperanza. Un verde que iluminaba a la que lo conducía y sorprendía al peatón en su paso.

Fue el desafío. Fue el tesón y la perseverancia. Fue el Q del QUIERO y fue el Q del PUEDO.

Fue una meta. El decir llegué y pude.

My-chispa fue mi aliado, mi cómplice y confidente.

Fue el andar tranquilo y mi contención en las rutas en las que en silencio me escuchaba pensar cuando la música aturdía mis oídos.

My-chispa fue más que una cosa material. My- chispa fue MI ORGULLO. My- chispa fue una parte de mí.

My-chispa fue MI AMIGO.



Myrtita

domingo, 19 de junio de 2011

Segunda entrega

Sin palabras!!!!
Myrtita

La vieja Leduc

Hace mucho que no escribo, quizás sea porque desde hace un tiempo a esta fecha he dejado de escucharme. Hoy amanecí con mis cincuenta asumidos, en una mañana de sábado gris, con el firme propósito de hacerlo. Escucharme y escribir.

Tengo cincuenta.

La alegría de los festejos, la aceleración de los preparativos y la adrenalina vertida se van convirtiendo en anécdotas, mientras los cincuenta oros se incorporan a mi persona como fuerte testimonio de una vida vivida.

Quiero encontrar la punta del ovillo para desandar el camino, seguir un orden para expresarme pero escucho ruidos. No hay orden, ideas alborotadas aparecen sin sentido. Palabras claves que se juntan con mis gustos o aficiones. No veo la lógica ni entiendo el curso de mis palabras, pero me dejo llevar.

Allá a lo lejos aparece la imagen de mi papá con una cámara Leduc como regalo de cumpleaños.

No me acuerdo la edad, pero debo haber sido chica. ¿Menos de diez? Seguramente. Una cámara chiquita, nada profesional, con rollo, que me sorprendió con su llegada porque en aquella época no era algo de moda, ni algo usual para un regalo de niños.

Nunca me cuestioné el porqué de ese particular presente pero desde ese momento comencé a disparar flashes, a sacar fotos instantáneas, sin encuadres

y sin la ciencia del arte de la fotografía. La atracción sólo estaba en captar momentos.

Y crecí. Y vinieron otras cámaras a mi vida. Y seguí registrando etapas.

No hace demasiado tiempo, mi vocación por el clic del disparo resurgió con la fuerza de la digitalidad, sin las limitaciones del rollo y del costo del revelado que velo algunas etapas de mi vida gracias a nuestra inestable economía nacional.

Clic, clic, clic fue mi vida. Desde hace unos años mi cámara y yo conformamos un dúo indisoluble. No se separa de mí. A todas partes, siempre conmigo oculta en el desorden de mis bolsos sin bolsillo.

Mi vida ha quedado en fotos.

Porque la foto surge ahí, en el momento. En el instante no previsto, en el momento único e irrepetible. Deja plasmada una imagen que quizás, muchas veces, no muestra en definitiva lo que creímos ver en ese momento.

Retomo la figura de papá en un diálogo de adultos cuando sonríe al ver mi pasión por las fotos. Se remonta a aquel regalo sin lógica para mí y revela el misterio de su compra.

Una mañana, en su camino al hospital, escucha por radio que los niños que tenían una cámara aprendían, a través de la lente, a ver al mundo de otra forma. Quiso probarlo. Yo fui su conejo de indias.

Hoy a los cincuenta lo repienso y le doy la razón. El experimento dio resultado.

Las ideas sin coherencia en esta narración comienzan a tomar forma.

La vieja Leduc, allá lejos en el tiempo, sembró algo en mí.

Fui una de las niñas de esa teoría de que las cámaras dejan ver al mundo de otra forma.

La vieja Leduc me dejó ver la vida a través de una lente con la que fui construyendo mi mundo.

La vieja Leduc me dio un plus, un sentido más para descubrir cosas que no se ven a simple vista. Algo así como las cosas que encuentro en mis fotos cuando se las analizo tranquila lejos de ese clic que les dio origen.

La lente de mi vieja Leduc me enseñó discernir y a elegir. A descubrir valores, a encontrar afinidades, a acercarme a ellas, a crear un círculo de afectos, a atesorarlos.

La vieja Leduc me ayudó a construir amigos.

La vieja Leduc ya descansa conforme con su misión cumplida.

Mi camino sigue con ustedes mis amigos redescubriendo el mundo y de la mano de mi moderna Coolpix S8000.

Ya tengo cincuenta. ¡Juntos vamos por más!

El bonus de mis fotos hoy es para ustedes ....

Whisky y clic

Myrtita

sábado, 7 de mayo de 2011

Una mirada diferente a la Capital de siempre


Se planificaron el hacer y las visitas para los 1920 minutos que duraría la aventura.
Se asentaron líneas, para cada minuto, en las hojas de viaje de este tour que aparecía en las opiniones de experimentados viajeros como un desafío maratónico imposible de cumplir.
- ¿Ahí van a ir?
- ¿Cómo van a hacer para llegar?
- ¿Y eso también?
- ¿Y todo en un día?
Las preguntas emergían sin piedad. A todas las respondíamos con un monosílabo contundente. Sí. Sí y sí.
Convencidas del SI nos embarcamos a las 23:30 hs de un miércoles. Cuarenta y ocho adolescentes y cinco mosqueteras que se convertirían en cuarenta y nueve y seis respectivamente con sólo atravesar el acceso a la gran ciudad y aterrizar con el bus en un gran Mcdonalds para el desayuno.
Hubo tiempos para la Boca, Plaza de Mayo, Puerto Madero, Casa de Gobierno, Museo de Bellas Artes, Feria del Libro, Galerías Pacífico y Chicago.
La maratónica visita se cumplió como el SI.
Un SI SIN desperdicios.




Myrtita

viernes, 11 de marzo de 2011

Los 21 de Pilar


De amigos, risas, pileta y sol fueron los 21 de Pilar.
De burbujas, telas y fuego fueron los 21 de Pilar.
De música, baile, espuma y serpentinas fueron los 21 de Pilar.
FELICES fueron los 21 de Pilar
FELICES como fui FELIZ hace 21 años ...


Myrtita