domingo, 21 de diciembre de 2008

Asi nomás...

Escuché la última campanada de las ocho al cerrar la puerta del taxi. Sonreí. La puntualidad a ultranza del reloj de la casa de gobierno, infalible e implacable, hoy marcaba mi meta, mi propósito.
Llegaba puntual a la playa, para no perder un segundo del río, para no perder un segundo del sol.
Mi bolso, mi mochila de supervivencia resentía mi hombro con su peso. La toalla, los protectores, el tejido, la cámara de fotos, la música, una pequeña agenda preparada para marcar compromisos en un nuevo año y una birome con los últimos restitos de tinta después del intenso año vivido.
Me ubiqué allá, lejos, casi al pie del faro. Sola.
El río brillaba y me regalaba el reflejo del sol que recién se levantaba. Todo mío. Me obligaba a arrugar la cara para ver más allá. Ver más allá.
La música que buscaba se calló. La pila se acabó.
Capturé imágenes con mi cámara, intentando que fueran un reflejo de mis sensaciones.
Así con el ruido del agua, con los trinos de los pájaros mi mente se fue más allá.
Necesitaba escribir y sólo encontré mi pequeña agenda y mi entrañable bic de trazo fino.
Cómo me cuesta escribir en papel. Ya no lo uso.
El espacio para los días de mi agenda, resultaba pequeño para encuadrar mis ideas.
Con trazos desprolijos, avancé en los días, en las semanas, en los meses no vividos, sólo con ideas, desordenadas que fluían queriendo quedar en el papel.
No necesitaba cerrar los ojos para pensar. Miraba más allá y estaba acá sin estar.
Quise despedir al año que se va. Un año largo, intenso y duro.
De repente lloré. Lloré sin consuelo. El dolor, era lo que más se destacaba.
Quiero que termine, que se vaya, fue feo. Fue malo.
¿Pero fue todo mal?
Recordé las risas y la alegría cuando comenzó. Los votos por un año pleno y de realizaciones que nos habíamos hecho.
Sería un año de cambios. Con grandes incertidumbres, pero lleno de sueños.
En un abrir y cerrar de ojos, la vida se nos dio vuelta. El dolor nos abatió, o al menos pretendió hacerlo.
Con la misma intensidad surgieron vínculos, contenciones. Lazos de amistad se reforzaron permitiendo aplacar esa angustia lacerante.
No me detengo en el dolor. Quiero borrarlo, avanzo y me proyecto.
Renovamos las ilusiones con nuevos proyectos, nuevas metas
El celular sonó rompiendo el encanto, trayéndome al presente.
Respondí e intenté volver, pero ya no era lo mismo.
El sol subió y cuando miré el río, ví el ayer con sus huellas imborrables convertidas en experiencias y aprendizajes.

Me di cuenta de que no todo fue malo. Tomé lo lindo.
Quise ver el más allá, pero había desaparecido. El encanto estaba roto.
Me encontré ahí, lejos, casi al pie del faro. Sola. Con mis recuerdos, con mi pasado atesorado, con la decisión de vivir el HOY.

Myrtita

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Porqué no te gusta? Los sentimientos son eso, lo que sentimos frente a lo que nos pasa y eso no se puede manejar, hay que dejar que fluyan, es muy lindo lo que escribiste y muy buena la manera que tienen de sobrellevar todos juntos los difíciles momentos que les han tocado vivir este año. Un beso grande!
Gloria

Anónimo dijo...

Hermanita.
Qué haríamos sin esas "contenciones" a veces?Sí fue un año difícil pero que sirvió para que algunos "perdidos" se acercaran y se quedaran,para que "otro/as"sigan desapareciendo... y así vamos viendo cómo la vida frente a estas situaciones nos pone en el tablero (gua yo nomás re puética carajo!!!)Como siempre hermosos tus relatos que hacen que yo también me sienta sentada ahí en la punta del faro mirando el río)
TQM
Ale de San Agustín