viernes, 11 de enero de 2008

Rutinas

Las estructuradas jornadas del invierno quedaron atrás. El rigor de los horarios se desvaneció. El calor marcó el comienzo de la distención. No más horarios, no más rutina…
Sin embargo el correr de los días genera un nuevo cronograma. Nuevos horarios, definidos por el no perder tiempo. Por el aprovechar el tiempo al máximo. Por llenar el tiempo de nada, de no obligaciones, más allá de las obligaciones que se autoimpone el placer.
Hay quienes el placer lo encuentran en el sueño prolongado, sin límites. En lo personal, prefiero el alba, el madrugar y ver despuntar los primeros rayos del sol, marcando el comienzo de mis días veraniegos.
El agua, cómo elemento más preciado en las agobiantes jornadas que nos ofrece este veranito, toma forma en la pileta del club.
Temprano, más temprano que de costumbre, gracias a este hermoso cambio de huso que sufrimos sin desplazarnos en el mundo, con el fin de ahorrar lo que otros gastan por nosotros.
Así, estar a las 7:30 hs. en el club, cuando los nadadores del equipo comienzan su entrenamiento, dejaría más que en evidencia mi paranoia veraniega, por lo que demoro algo mi partida.
Las 8:30 hs. cambiadas, 7:30 hs. reales para mí, es un buen momento para comenzar a recorrer mi camino hasta el agua.
Bolsito al hombro, tablita Arena en mano, aparatitos torturantes en las orejas y a la calle.
El barrio ya está en pie. Esquivando escobas vigorosamente agitadas por las colonizadoras del barrio voy surcando veredas.
La plazoleta, en sombras da reparo al paseador de perros, que descansa en un banco con su jauría de las razas más cotizadas, durmiendo plácidamente a sus pies.
La parada de colectivo, con algún viajero en potencia que decide afrontar el centro ganándole al calor.
Las ventanas abiertas en un intento de refrescar las habitaciones.
Detrás de un vidrio lo descubro, “Diseño gráfico” y un par de dibujos y caricaturas. Detengo mi marcha para focalizar la imagen.
El dibujo, el diseño un rubro que me seduce y en el que a pesar de mi ignorancia, y gracias a mi caradurez chapuceo.
Sin percatarme de su mirada recorro las imágenes, y desde la ventana contigua surge la pregunta:
- ¿Te gustan? ¡Yo los hago!
Un sí por respuesta y el diálogo comienza. Sin preámbulos me cuenta de su obra, de su trayectoria y se desliza la invitación para mostrármela en algún momento en que convengamos.
Sigo mi marcha. Se hace tarde…. ¿Tarde? Si no hay horas….
Llego a detino. El entrenamiento ya comenzó. Los nadadores del equipo, afrontan su primer turno.
Y con decisión, mi lectura matinal afronta el primer turno, ahí, en la reposera al costado de la pileta, esperando que el sol me llegue.

Me sumerjo en las páginas de mi novela. Me transporto a la época colonial, amores, corsarios, piratas, condes, esclavos tejen una trama en la que la realidad y la ficción se funden y me evado del mundo... La pileta desaparece... mi mente ya no está acá...sufro, me alegro, padezco, me emociono...me compenetro a través de esa rica prosa repleta de metáforas que estimulan mis sentidos.
El agua se muestra calma. Los seis andariveles para mí sola, no me seducen todavía.
El sol se levanta, la posición de lectura, no favorece el bronceado uniforme. El calor no obliga todavía al agua.
Es tiempo de música. De soñar, envuelta en las melodías que emanan de modernos aparatos.
Mi querido walkman ha sido desplazado por uno de estos modernos y egoístas aparatos, MP3, que disparan la música para adentro.
Disfruto de ese egoísmo musical y acompaño con mis dedos un ritmo, imperceptible y silencioso para los que circulan por mi lado.
La paz se interrumpe, con un “Hola” de algún conocido que advierte mi presencia, y hace un alto en su camino para el diálogo.
Respondo y me levanto. El sol de espalda, unificará mi bronceado. La charla sin rumbo se entabla. Cosas triviales: lecturas, clima, calor, agua, acontecimientos relevantes.
La pileta toma color y sonido. Ya no estoy sola. Las caras aparecen.
Observo. Predominio femenino. ¿Será que los hombres trabajan?
Con paso firme y decidido llegan "las chicas",que superan la middle age, que no se amedrentan ni con el frío ni con la lluvia. Su objetivo, la pileta del fondo, el ejercicio sanador, la natación.


Las miro, y sonrio al verlas, sin dejar de admirar su actitud digna de ser imitada.
El sol más alto comienza a picar. El agua me llama. La pileta se ofrece cómo la mejor opción.
No me resisto al ejercicio. La gorra, la tabla y allá voy.
El primer contacto con el agua me estremece, pero al instante me invita a recorrerla.
Me dejo llevar con el impulso de la pared, y se larga la primera brazada. El primer ciclo de un estilo pecho deformado, lejos de la excelencia de los que saben.
Sin embargo avanzo. Respiro, cierro los ojos y avanzo. Siento que el agua me abre paso. Una, dos, tres brazadas. El escudo en el fondo de la pileta. Cuento sus líneas. Avanzo.
La cabeza comienza a volar. Ideas, imágenes, cosas pendientes… para más tarde.
Me concentro. Nadar largo. Una, dos, tres piletas. Mi meta hoy: más que ayer. 200, 300, 500…1000 m.
Tomo la tabla, para descansar sin parar. Patadas. Otra visión del entorno.
Así las caras se suceden día tras día. Son las mismas. La rutina se insinúa. Es distinta a la del tiempo frío, a la de la obligación permanente. Pero ya aparece. Se insinúa a partir de humanos hacedores de rutinas. Pero esta es distinta, esta es la rutina del verano.



Myrtita

1 comentario:

Anónimo dijo...

EXCELENTE CRÓNICA DE UN DÍA SIN APUROS / UN DÍA PARA SENTIR QUE SOMOS HUMANOS: LECTURA, DESCANSO, CONTEMPLACIÓN, Y REFLEXIONES DE UN VERDADERO Y SENTIDO TIEMPO DE VACACIONES.
¡¡¡AHHH!!! SE RESPIRA EN ESE ESPACIO ESCRITO / SANDRA