viernes, 18 de enero de 2008

Noche de ensueños...

El asado sería el jueves. Con tiempo y sin lugar a imprevistos la convocatoria estaba realizada.
Probablemente porque para ELLOS no hay imprevistos. Nada puede echar por la borda su decisión, ni siquiera la ausencia del anfitrión.
Desde su lugar, ELLAS escuchaban. Una sonrisa casi imperceptible se dibujaba en sus rostros. La noche del jueves. La noche de galanes.
Aquella velada acabó. Cada uno a su hogar, sin perder de vista que el próximo evento estaba fijado, pero ELLAS no serían de la partida.
Los días siguieron su curso.

La tarde del miércoles ya caía, cuando un sonido me alertó que alguien llamaba, desde lejos, a través de mi preciada laptop.
Las sonrisas imperceptibles de esa noche, disparaban la idea, que sin palabras, ni alardes se gestaba en la mente de ELLAS.
-Myrtita, ¿estás ahí?
-Sí, hola.
- ¿Te parece una contrarreunión?
¡Qué amplias somos ELLAS! ¡Qué democráticas! ¡Qué consultivas!
La idea de ELLAS emergía, salía a la luz e intentaba tomar forma.
Las tecnologías de la información se pusieron en marcha a través de las más diversas formas. Mails, mensajes de texto, llamadas a celular.
Las chicas encuentran su espacio. Ya no jugamos más al teléfono roto, a través del correo de ellos. Las chicas ya se comunican solitas. Hasta las más resistentes a las tecnologías cuentan hoy con su telefonito.
Bastaron segundos para mover el avispero. La contrarreunión estaba en marcha, con lugar incierto, punto de partida desconocido. Sólo una hora, las veintidós, y un deseo, el reunirnos. Los detalles se acordarían sobre la marcha, ya que los imprevistos, en la agenda de ELLAS existen.
Porque ELLAS nos convocamos, porque ELLAS nos juntamos, porque ELLAS decidimos, pero en las decisiones de ELLAS existe con un margen de azar, de imprevistos, de dependencia, digamos. No de ELLOS masculinos, sí de ellos familia, hijos, padres, perros.
El imprevisto apareció. La convocatoria estuvo a un tris de caer. Fiebre, trabajo acumulado, compromisos ineludibles. Imprevistos...
Teléfonos al rojo vivo. Alertas.
-¿Vamos? ¿Desistimos?
-Nunca.
¿De multitud a dos?
Dos ya era un buen número, el mínimo necesario para no romper el compromiso.
Finalmente cuatro.
Movilidad única. ¡Que los móviles familiares los lleven ELLOS!
- ¿Picadita económica?
- Pero, si ya estamos vestidas…
- ¿Hay luna?
Y la astronomía con sus ciclos definió el destino gastronómico.
La elección, creo, fue inmejorable.
El río desplegó su seducción. Dejó que la luna lo insinúe. La música, las velas, el pescadito regional, en la bandeja como manjar de reyes.
Allí nuestra catarsis se puso en marcha, interrumpida por algún aplauso demandado por cortesía, cuando la guitarra y el acordeón, hacían la pausa en su inmejorable repertorio.
Acuerdos, opiniones, diferencias. No hablamos del mundo, no hablamos de nadie. Sólo nosotras.
Sin darnos cuenta, la luna se escondió. Flashes aparecieron desde el cielo. La guitarra se calló. Surgieron tambores. La batucada venía de arriba, de muy arriba, de esas nubes rojizas que empezaron a cobijarnos.
De repente volvimos a la realidad. Ya no quedaban comensales. Ni mesas. Sólo nosotras, nuestra charla y el río.
Al mejor estilo Cenicienta la velada llegaba a su fin. De luna de ensueños a tormenta desplegada.
Era tiempo del regreso, un regreso rápido, imprevisto, porque cómo les conté al principio, en las reuniones de ELLAS... los imprevistos existen!

Myrtita

No hay comentarios.: