viernes, 27 de agosto de 2010

Acá BaRILoChE 2010: Día 8

Jueves, 26 de agosto de 2010

Todo era armonía. Ni un si ni un no. El día ocho amaneció rebelde.

Paseo programado: Isla Victoria y Bosque de Arrayanes. La excursión era exclusiva. Para nosotros solos.

Almuerzo: 11 hs.

Partida: 12:30 hs.

Nada dejaba entrever diferencias en nuestra armónica convivencia.

Después de un abundante almuerzo cada uno se recluyo en su pieza para terminar de prepararse.

Salí equipada para nieve, de mi habitación. Caminé a lo largo del pasillo que me conducía al ascensor cuando al llegar al elevador, tropecé con algo. Levanté mi vista y no era algo, era alguien. No era alguien, eran “alguienes”. Niñas sentaditas en el piso. En pijamas. A escasos minutos de la hora establecida para la partida.

Las miré con una mirada interrogadora que sin palabras decía ¿bajamos?

Un no vamos rotundo salió de labios entrecerrados con miradas al suelo, mientras seguía llegando el resto de la tropa asintiendo y alineándose con esta postura.

Sólo cuatro o cinco van a ir.

En ese instante hacía su aparición, por el otro costado, mi compañero de aventuras.

Si preámbulos y con fuerte voz preguntó

¿Por qué no van? ¿Por qué están enfermos?

Les aclaro que si no van porque están enfermos esta noche no hay BOLICHES, porque si están enfermos esta noche se van a terminar de curar, y yo me voy a hacer cargo de que asi sea, aunque me tenga que quedar sentado abajo hasta las tres de la mañana para que esto se cumpla.

Sin más palabras bajamos, dejándolos atrincherados y nos instalamos en la cafetería.

Intercambiamos opiniones con los coordinadores. Uno de ellos decidió subir para una nueva acción mediadora.

Cinco minutos para la partida.

El lobby se empezó a llenar. Caras conocidas aparecían. El colectivo esperaba en la puerta.

Subimos. Comenzó la contada de rutina. Uno, dos,…. , diecinueve,…., veintiuno. Estamos todos!!!! Nos vamos.

¿Será que a veces hace falta un freno?

No se crean que las caras eran de jolgorio. Más bien eran caracúlicas, pero estábamos.

La nieve que había empezado a caer en el centro temprano, siguió copiosamente durante el camino hasta Puerto Pañuelo. Mucha nieve en el camino.

Partimos en Modesta Victoria, una embarcación del año 1937, con museo incluido, pero me excluyo de pensarme parte de él cuando hice este mismo paseo treinta y dos años atrás.

Pintoresca la nave, con tres niveles para recorrer, que los chicos los subieron y bajaron muchas veces en la hora y media que duró la travesía.

Primer destino el bosque de los arrayanes…. ¡¡¡Cuánta belleza!!!! La disfruté con ojos “de grande”, las palabras “de vieja” siento que todavía me quedan grandes o chicas para la sensación que tuve.

Volvimos a la embarcación para llegar a la Isla Victoria y sumergirnos en las especies arbóreas autóctonas y en las del mundo entero que a Anchorena se le ocurrió traer y plantar allí.

¡¡¡Mi DIOS!!! CUANTA BELLEZA JUNTA!!!!

El click de mi máquina de fotos era incesante. Creo que taladraba los oídos. Pero era demasiado lindo todo.

¡Qué lindo ser grande para poder apreciarlo!, porque cuando era adolescente como hoy lo son ellos, creo que dejé pasar muchas de estas cosas por alto, ya que no era lo más atractivo del viaje.

Una larga caminata por la isla, recreada con las palabras del guía y volvimos a la embarcación para regresar al puerto.

La lluvia seguía. Arribamos al hotel a las siete de la tarde.

Una costumbre en el viaje fue la consuetudinaria falta de agua a la hora del regreso, en el preciso momento que más se necesitaba para reponernos con una fuerte ducha.

Más allá de ese pequeño detalle que se superó con el tiempo, cenamos, la previa, el boliche y a dormir.¿Vamos con un click por el día siete?


Myrtita

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