viernes, 30 de mayo de 2008

Capítulo 2 - Primer encuentro

Aquella tarde el calor apretaba.
Al volver al hogar, al fondo del largo pasillo, sobre el escalón, el sol se filtraba. La puerta del 8° F aparecía abierta.
A contraluz se dibujaba una figura de espaldas a la puerta. Aparecía sentado delante un televisor encendido. Un turboventilador, apostado en el marco de la entrada intentaba generar una corriente de aire fresca, aunque lo único que conseguía era batir el calor.
Mi paso por aquella puerta era obligado. Nuestra presentación formal tendría lugar. No era posible no saludar, aunque al acercarme, y a pesar del movimiento, la figura concentrada no acusaba mi presencia.
Golpeé, toqué el timbre.
Con paso cansino dejó su silla. Giró y nos encontramos.
¡Que especial era su aspecto!
En mi mente fantasiosa, parecía salido de un dibujito animado. De galán, nada. Lucía una malla azul, chomba y chinelas cruzadas.
De no más de 1.70 m de altura, ligeramente encorvado, de contextura regordeta, con la cabeza rapada a bocha. Su piel trigueña, casi amarilla se me antojó que revelaba algún ancestro oriental, ojos chiquitos, oscuros, profundos.
Nos dimos la mano y nos presentamos. Bonel.
Me invitó a pasar.
El sol caía azotando el ventanal del balcón.
Mientras me acomodaba en un sillón junto a él, que volvió a su silla, recorrí con la mirada la habitación.
Repisas atestadas de adornos, porcelanas. En las paredes, platos chinos, un cucú, y a su lado un machete con una cruz esvástica grabada en el mango.
Disimulé mi asombro, y mi intriga. Ya habría tiempo para develar misterios, para seguir sentada o para salir corriendo…
No escapó a mi análisis una máquina de escribir, que ocupaba una posición destacada sobre su mesa redonda, atestada de papeles y periódicos.
Debo confesar que el perfil de mi vecino era por demás intrigante.
Comenzó la charla.
Su mudanza al departamento era reciente. Venía del 5°. El fallecimiento de su esposa, ocurrido hacía escasos meses, había decidido el cambio.
Me contó que era militar de aeronáutica, ¿Vice comodoro?, casi no recuerdo el detalle, que había estudiado en Córdoba, y que había viajado a Europa para recibirse de ingeniero aeronáutico, ya que esa carrera por aquella época no estaba implementada en el país.
Que fue contemporáneo de Perón, de Hittler, de Mussolini… Que vivió las guerras mundiales… Que volvió al país vía Brasil en el barco con Perón al desatarse la guerra... Que recibió de manos del Fürer el machete, que me había intrigado al entrar, cuando era agregado militar en Europa para la compra de armamentos… Que volaba aviones sin cabina… Que vivió en el mundo…
Del diálogo surgieron detalles.
Tenía 82 años, había nacido bajo el signo de Leo, y su color amarillo resultó originario de su abuela filipina, a la que me describió como un personaje de 1,50 m de altura, con una cabellera larga que se arrastraba por el suelo al mejor estilo de personajes de García Marques.
Anécdotas y más anécdotas fluían, cómo si el narrarlas lo volvían a la vida… Una vida intensa, llena de aventuras, que nada tenía que ver con su soledad actual.
La historia, esa que estudiábamos de los libros, estaba ahí, viva, en el 8° F. A mi lado.
La charla se prolongó y la noche se nos vino encima.
El esposo de la señora arribó al hogar.
Al ver mi persona instalada en el departamento vecino, sin entender demasiado, se animó a entrar.
Tras una ligera y formal presentación, me invitó a tomar un rol protagónico en la preparación de la cena.
Me despedí, pero la promesa de regresar pronto quedó establecida.
Así entró "Don Bonel" en mi vida...
Myrtita

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