domingo, 18 de mayo de 2008

Intrusada- Capítulo I

El legendario ratón Mickey de Disney, el ratoncito Jerry que acosa sin descanso al pobre gato Tom, crearon en mi infancia la idea de los ratones, lauchas y ratas, con un calificativo de ternura, casi adorables.
El pequeño Stuart Little de este siglo, adoptado por humanos, reafirmó esa imagen que sus predecesores construyeron en mi interior. Una fuerte idea de ratones tiernos, traviesos y queribles…
- Mamá!!! Los perros cazaron una laucha!!!!
- Myrtita!!! Mirá lo que dejaron tus perritos en el fondo!!!
Las dos alertas me despegaron de esas imágenes y el terror sacudió mi apacible existencia.
Nos invaden???
Los traviesos y animados ratoncitos, tomaron la forma del Mus musculus raton y de la Rattus. rattus alezandrinus de mis tiempos de facultad, con sus daños, sus crías, sus pestes.
Una adentro de casa, otra en el fondo. La masacre de los perros…
¿Habrán terminado mis canes con este principio invasivo?
La duda quedó planteada hasta ese día en que la sospecha de un sobreviviente fue confirmada.
Ahí, en mi cocina, estaban las evidencias que delataban la presencia de un ser viviente, que aprovechaba para su acción mi ausencia.
La primera señal apareció una mañana, reflejada en una serie de pelusas en el piso, exactamente delante de mi mueble de cocina.
Pensando que algún miembro de este hogar había rescatado algún utensilio de cocina caído en esos espacios que se resisten a la visita de la escoba, dejé pasar la situación y me limité a barrer las pelusas.
La segunda noche el episodio se repitió. Y en la mañana, más pelusas.
La sospecha fue tomando forma. Era evidente de que alguien prefería la noche para trabajar.
La sensación de compañía crecía mientras los días iban pasando, con pelusas y más pelusas, hasta que ocurrió un cambio de material, pelusas por palitos de fosforos. El trabajo se volvía calificado.
Convivir con alguien no invitado, causa cierta molestia, aún cuando no nos encontremos físicamente en el espacio, pero esta presencia, por principio no deseada, empezaba a tomar un perfil interesante.
De repente había en mi casa un ser, un único ser que contribuía a la limpieza del hogar. A la limpieza de esos lugares inaccesibles. Un ser que noche tras noche, con su trabajo continuo y silencioso, rescataba, de manera calificada, objetos del piso inaccesible de los laterales de mi cocina y hasta del fondo de ella, exactamente debajo del horno. Primero pelusas, luego palitos.
La cuarta noche el trabajo pareció más arduo, con la extracción de vidrios, seguramente vestigios de una vajilla ya inexistente.
A esta altura de los acontecimientos, la presencia NN me causaba una sonrisa por su quehacer, aunque era plenamente consciente de que este individuo, no era virtual ni de plástico, y es más estaba convencida de que su quehacer no sería gratuito.
De esa manera, apareció el primer factor negativo de su presencia.
¡Restos orgánicos! Justo ahí, en el hueco de las bandejas, detrás de la puerta, cuando el asador de la casa se avenía a buscar la tabla para su asado dominical.
-Myrtita! Mirá lo que hay de tu adorable colaborador nocturno!!!
Y ahí mi primera resistencia….
-Ni loca lo limpio!!!
Ante la firmeza de mi postura, no hubo resistencia para la limpieza de estas marcas, aunque el enjuague lo completó Dios con una fuerte lluvia sobre las maderas que habían sido puestas al sol por tiempo indefinido, a la espera de que esta señora las volviera a su sitio, en señal de colaboración con una causa que no entendía como propia.
La convivencia con este ser invisible comenzó a tornarse compleja.
En algún momento, tendríamos que encontrarnos. Frente a frente. Cara a cara.
Noche tras noche aguardaba su aparición, de manera silenciosa, pero deseando desde mi interior no tener que enfrentarme con él.
Aún consciente de su tamaño y de su adorabilidad, despertaba en mí un terror inimaginable.
Así, noche tras noche desde mi sillón frente a una TV muda esperaba el comienzo de su labor.
Ruidos, y en el acto prendía la luz, y corría hasta el lugar esperando encontrar a mi noctámbulo ayudante. Y nada…
Esta situación comenzó a trastornarme cada vez más. Me sentía loca, pero existía, trabajaba de noche, lo sentía, pero no lo podía ver-
De plástico no era, y desde lo profundo de mi ser estaba convencida de que no conseguiría voluntarios para una segunda limpieza de sus restos.
Algo había que hacer...
Myrtita

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