sábado, 10 de mayo de 2008

Bs As cultural

Una nueva escapada en mi vida. Destino BA. Parece figurita repetida, pero Buenos Aires no se repite. Siempre tiene algo nuevo, un toque especial, una mirada diferente.
Así lo ofrece, y así lo aprovechamos.
No quiero dilatar esta entrada, ni en el tiempo ni en su dimensión.
Dejamos la Paraná tranquila con los primeros minutos de un día. Nos recibió una capital que despertaba con las primeras luces del sol.
El cambio fue abrupto. Antes de poder abrir los ojos ya se percibía. Los sonidos eran diferentes. El vértigo del tránsito ya se insinuaba, aún sin haberlo visto. Aún sin terminar de despertar.
Un rápido descenso del micro y ya fuimos parte de ese torbellino que nos envolvió y arrastró.
Distancias. Creo que esta es la palabra que mejor describe esta experiencia.
Distancias.
Distancias a las que de manera inconsciente nos enfrentamos, y decidimos transitarlas sin ayuda de caballos, carretas, ni medios más avanzados de transporte.
Dos piernas, buenos pies, y zapatos que en principio se mostraban como cómodos y adecuados.
Dos piernas, dos pies con un andar sin pausas, que al promediar las jornadas nos desplazaban casi de manera autómata.
Distancias, en las que dejamos huellas en nuestras idas y venidas.
Debería ser breve, porque breve fue nuestra escapada.
Pero dudo. No sé si se consigue comprimir la intensidad, porque la escapada fue corta, pero fue larga.
La relatividad aparece.
La intensidad de las vivencias hace que el reloj haya dado vueltas más veces de lo que en realidad dio. Fueron sólo dos días, dos días en los que perdimos la noción del tiempo de la llegada, de la partida.
La distancia, la educación, la virtualidad, la era digital, nos llevó a BA, a un BA cultural, un BA de estudio, de saberes, de universidades, de libros.
Pero pronto un BA cómplice apareció, nos atrapó y nos sedujo mostrándonos otro perfil, que hoy rescato y caracterizo.
Se caracterizó por el agua del río, los muelles, las fragatas en las que nos remontamos dos siglos atrás, con marineros y capitanes ya inexistentes, timones, cocinas, camarotes y lustrosos cañones.
Se caracterizó por poder disfrutar de arquitecturas imponentes de hoy, distinguidas de ayer.
Arquitecturas que ponen de manifiesto el paso del tiempo a través de la creatividad humana, plasmada en la elegancia y majestuosidad de la calle Córdoba, de la Avenida Santa Fé, de la avenida Alvear, en el simbolismo del Cabildo, la Pirámide de Mayo, hitos en nuestra historia nacional, en el Obelisco, nuestro icono en el mundo y en las increíbles torres de hoy.
El ir y venir incesante y desordenado del tráfico, la aceleración del mundo porteño, alteró nuestro andar pueblerino y nos obligó a buscar refugio y paz, nuevamente en el BA cultural, a través de las páginas de libros que se ofrecían en los ambientes apacibles de sus librerías tradicionales.
Y de nuevo apareció el vértigo, aún en la cultura. Libros para todos. La Feria del Libro, como punto de encuentro de palabras escritas y sociedad. Evento que trasciende convocando al pueblo más allá de su inclinación o no hacia la lectura.
Fue una Buenos Aires sin Café Tortoni, pero con nuevos condimentos gastronómicos, internacionales y de acá, de viejos y de jóvenes, con glamour y con futbol. Variadito les diría.
Buenos Aires cultural, fue una BA distinta, pero como todas mis escapadas con un denominador común: la malcrianza consabida de mi familia de allá, que disfruto en plenitud y la pata de mis amigas de acá, que me incitan a despegar, cada tanto, o cada no tanto...
Buenos Aires cultural fue una BA distinta, pero fue como todas las BA un estímulo energizante... que carga las pilas… aunque agota, que genera energía que da fuerzas que convergen productivamente hasta que se agotan nuevamente y demandan un BA diferente... una nueva escapada…
(Presioná F11 para verlas en pantalla completa)
Si quieren comemos acá...vayamos juntos, en estas dos entraditas…
Myrtita

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