domingo, 21 de octubre de 2007

Cuidado con los empachos....

Esta historia comenzó en un lejano mes de junio, concretamente hace veinte años, cuando sufrí un fuerte empacho, abrupto e inesperado que me alejaba de la parrilla y no me permitía ni oler los, hasta entonces, adorados asaditos dominicales.
Este malestar duró exactamente tres meses, para dar luego cabida a una terrible hinchazón, que se disipó, aunque parcialmente, al cabo de nueve meses, con fuertes dolores y finalmente la expulsión de un SER, de menos de 40 cm de longitud, que pesaba sólo la tercera parte de los kilos que la balanza llegó a acusar en ese período. Un SER que lucía negro y peludo, al que llamamos Agustín. Un ser que modificó mi existencia y prioridades de vida, de manera mágica.
De repente me había convertido en mamá. Y ese SER, no venía con manual de uso, ni con instrucciones que me ayudaran a “manejarlo”, o al menos que me dieran pistas para empezar a recorrer esa nueva etapa.
Y empezamos juntos en esta aventura.
Fui sólo “una teta” por más de cuarenta y cinco días. Fui la inexistencia, el sueño permanente, ya que no coincidíamos ni en los momentos de descanso, ni de comidas, ni de vida.
El mundo parecía haber terminado para mí.
Fui el tiempo del no baño con puertas cerradas, por las dudas… el bebé… Fui el tiempo de la comida fría, porque “cambiarlo” se imponía. Fui el dolor de cintura, tras un andador que superaba la velocidad de la luz en dirección a los siempre presente escalones. Fui el tiempo de la consulta urgente ante las primeras décimas de fiebre.
Fui tiempos, pero mi tiempo parecía haberse esfumado sin retorno a la vista. Era madre.
Pero todo pasa, todo cambia. Y me fui amoldando a esta realidad de madre primeriza que duró exactamente dos años, momento en el que llegó Pilar.
A su llegada, se encontró con una madre experimentada, pero con un hermano que debutaba en este rubro, sin tener el menor interés de compartir su trono.
Y así comencé una nueva etapa en mi maternidad.
Una etapa “en estéreo”, a dos voces, a dos demandas, o quizás a tres demandas, ya que aunque imperceptiblemente, en esta nueva situación de entropía, el padre también existía, e insinuaba demandar parte de mi inexistente tiempo.
Comencé una nueva etapa.
Nuevas vivencias, que al volver mi mente allá no alcanzo a comprender cómo salimos airosos de ellas. Recuerdo algunas…
El tiempo de la consabida “teta” para la bebé, se asemejaba a una batalla campal, con un formato de guerra impuesto por los celos del gran hermano que lanzaba impredecibles proyectiles, sobre la niña cuando la comida comenzaba.
La implementación de una estrategia, sobre cómo dejar los pañales antes de que nos agarre el invierno, en aras de una primera independencia.
Nuevamente la gimnasia tras el andador, manejado por Pilar con destrezas potenciadas por el maestro Agustín.
La brillante idea del “traca-traca”, un hermoso y colorido carrito con ruido para aprender a caminar, que hacía vibrar hasta los cimientos del edificio, cuando los gremlings eran largados al pasillo para descomprimir la presión del minúsculo departamento y oxigenar la mente atribulada de la joven madre.
Las papillas, los bifes jugosos vedados para la madre, ya que cuando llegaba mi turno de comer, lucían cuan suelas recalentadas.
Las noches de cuentos, cuentos sin final por caer rendida antes de poder narrar el deselace, para un auditorio también dormido.
Noches de calambre cuando despertaba acostada sobre el tirante de esa improvisada cama, que se sacaba de abajo de otra cama inexistente, para evitar que el bebé se cayera.
Dos años y medio duró este arduo entrenamiento de vida.
La institución escuela, ya era parte de nuestra agenda cotidiana.
Todo parecía tomar un cauce mas tranquilo, casi normal, cuando sobrevino un nuevo empacho. Algo imposible…fuera de cualquier predicción, que terminó con una orden médica de “empezar a tejer de nuevo”….
Así fue como recibimos a María Laura, ese viernes, en una radiante mañana de agosto, para empezar a ser MADRE DE UNA FAMILIA NUMEROSA.
Canchera vieja, y sabiendo de antemano lo que se me avecinaba, me resistía a salir del sanatorio, lugar en el que gozaba de una suculenta dieta y colaboración permanente con la nueva integrante del clan.
Pero todo pasa, todo cambia. Somos grandes y debemos asumir las consecuencias.
Llegó el lunes y a casa… Regresar a casa llena de amor, hijos, ropa sucia, juguetes, horarios, llantos, gritos… Placer sublime y QUE FELICIDAD!!!…
De nuevo el caos y el camino hacia una nueva reorganización familiar.
La superexperiencia materna, permitió que esta bebé me agarrara “de vuelta”.
El relax, el disfrutar de la “teta”, el retomar las comidas nocturnas después de quedarme dormida con la bebé upa en las noches, fueron algunas de las características que rescato de esta nueva crianza.
¡Qué lejos de ésta madre estaban la estructurada Myrtita primeriza y la temerosa madre con su segunda experiencia!
La tropa ya estaba completa, sólo restaba crecer…
¿Qué fue ser madre a partir de entonces? Al tomar distancia veo lo mucho que fue, lo rápido que fue y lo inconsciente que fue.
La decisión de la escuela, la emoción de volver a mi Escuela Del Centenario, de la mano de mi hijo.
Las primeras incursiones acuáticas.
Las vacaciones siempre postergadas por mudanzas o maternidad.
El acompañamiento permanente. Los campamentos.
Proyectarme en sus logros. Sufrir con sus angustias.
El buscar, el llevar, el traer.
El decir NO. El permitir.
La penitencia. La reconciliación
Fue pasar de la niñez a la adolescencia, y el tener que enfrentar nuevos retos sociales, que más de una vez se oponen a nuestras convicciones.
La mediación. Los límites.
El ser amigos, y de repente representar al más acérrimo enemigo que obstaculiza sus planes.
Ser MAMÁ fue haber hecho realidad ese juego de niña, en el que dentro del viejo aparador de la cocina, convertido en una mansión insumía mis horas conduciendo una familia numerosa.
Ser MAMÁ hoy, es entender que la vida comienza a devolverme tiempos, esos que al abocarme a esta “empresa” parecían irrevocablemente perdidos.
Acepto esta devolución entendiendo que mis bebés empiezan a salir del nido. Que el “destete” comenzó. Qué es tiempo de su vuelo, de sus realizaciones.
Así de cortita se cuenta esta historia, la del desafío que asumí hace más de 19 años, cuando la vida con un simple empacho me puso un sello indeleble en el corazón: “MAMÁ para TODA LA VIDA”.



Myrtita

6 comentarios:

ERNESTO dijo...

MIRTYTA, COMO SIEMPRE LO TUYO ALCANZA LAS ALTURAS INCONMENSURABLES DE LA ESPIRITUALIDAD. FELIZ DIA PARA VOS EN EL SENO DE TU HERMOSA FAMILIA!!!!

Anónimo dijo...

Sabes vieja amiga que estás desperdiciada no volcando tus cuentos, relatos o anécdotas en algún librito digamos, en fin será cuestión de darte un poco más de coraje.Realmente me emocioné mucho al leerlo, y pienso que si no fuera por esos "seres" que entraron hace unos años a nuestras vidas y que nos hacen enojar más de una y otra vez no estaríamos hoy festejando el día de la mamá, aunque como decís se es mamá de muchas formas y de distintas personas,por eso una vez más FELIZ DÏA A TODAS LAS DE MI GËNERO!!!!!
Ale

Anónimo dijo...

feliz día máá
te amo con todo mi corazón !!

Anónimo dijo...

GRACIAS!!!!
Realmente me hacen SENTIR FELIZ con sus palabras!!!
Y me estimulan.... a seguir.. será que es bueno que siga???
No tengo la respuesta, pero la verdad es que me gusta esto del blog, me divierte, me hace bien...así que me temo, que me voy a seguir dando "los gustos" jaja

Anónimo dijo...

Feliz día vieja.
Moqueamos juntas esta mañana con tu hermoso relato.

simplemente GRACIAS.
Te amo.
Pilar

Anónimo dijo...

myrtita:
coincido con la compañera Ale, hay que publicar esas "Memorias de una madre profesional".
Las hermanitas Quirós me hicieron unas tarjetas caseras que me emocionaron hasta las lágrimas,por ejemplo, la de Lucy dice " ma sos mi reina isos algien muiespecial para mi te lo digo yo Lucía quirós". La otra,mucho más producida ,me agradece lo mucho que le doy y que lo pase "lo máximo".
Feliz día para vos y el resto de las lectoras del blog.
La anónima Alicia.