sábado, 5 de abril de 2008

Intuición...

Intuición, ese sexto sentido atribuible al sexo débil, puede ser la palabra desencadenante de esta pequeña historia.
Esta capacidad, se ha puesto de manifiesto en numerosas situaciones de mi vida.
Con una precisión matemática, no falló al intuir que Agustín sería Agustín, luego de vivir nueve mese en mi panza, y haberlo bautizado así casi diría, al segundo día de su concepción.
Tampoco me falló con Pilar, cuando sin que nadie supiera, coloqué los abridores en el fondo de la valija que me acompañaba a la clínica, con la profunda convicción, que la nena, sería esta vez la que llegaría al mundo.
María Laura, generó en mi cierta duda, que fue disipada con la ayuda del destino y mis cábalas, cuando al querer comprar las sábanas celestes, para estrenarlas en la clínica con su llegada, no aparecían en la tienda forzándome a adquirir un primoroso juego rosa, que luciría para la llegada de una nueva niña.
Ante una mirada crítica, diría que esta capacidad de ver más allá, se fue desdibujando con la elección de mis mascotas.
El parto había sido un éxito, y la orgullosa madre dormía plácidamente en su moisés con sus cinco descendientes.
Habíamos concurrido en procesión, para elegir nuestro futuro gatito.
Nos deslumbró aquel pompón amarillo, pero la palabra autorizada de la regaladora de gatos, vaticinó
- Esa, es una hembra.
La elección ya estaba hecha. Bajo ningún concepto, los chicos aceptaban el canje. Nuestro gato, sería aquella gata.
Al ver mi resistencia, la regaladora de gatos salió al cruce, y al oído me susurró:
- No te preocupes, pido turno en la perrera y la castramos…
La sola idea me estremeció, pero no me quedaba alternativa, ya que conociéndome, sino tomaba esa decisión, en unos meses mi hogar se convertiría en un edén gatuno.
Así Martina, llegó a casa en el tiempo previsto para el destete.
A decir verdad, mis jornadas por aquellas épocas, estaban colmadas de pañales, jardines de infantes, tareas de los primeros grados escolares, y poco tiempo me restaba para prestar atención a la nueva integrante del clan familiar.
Una noche, en que por esas extrañas cosas del destino, me vi envuelta en una paz temprana e inusitada un suave maullido me sorprendió.
Bajé mi mirada y allí estaba, hablándome. Me enterneció hasta el punto de querer tener a mi pequeña mascota en la falda y propiciarle las caricias que aún no había tenido ocasión de darle.
El turno en la perrera para su castración ya estaba cerca.
Fue en aquel momento en que en medio de un ronroneo lo descubrí. Un tumor!!!.... Martina tenía un tumor!!!
¡Que desvelo! No tenía consuelo… Tan chiquita… y ahora ¿qué hacer? ¿ Cómo afrontarlo?…
Se lo comenté a mi señor esposo, que con su ojo crítico me respondió
- Ajá!, indicando que compartía mi diagnóstico.
Así fue como después de una noche mal dormida, acudí al especialista para revertir esta situación.
Expliqué al profesional mi descubrimiento y mi preocupación.
Dando crédito a mis palabras se abocó a una profunda revisación…
Pasados unos minutos, levantó su mirada. Clavó sus ojos en los míos y me preguntó…
-¿Ha tenido muchos gatos en su vida?
-Si, desde chiquita tuvimos gatos….
-¿Es usted poco observadora?
- En realidad no me precio de eso, al contrario, soy sumamente observadora…
- Se nota, respondió…
Ante mi incredulidad, esbozó una sonrisa y expresó…
- Martina está rebosante de salud, pero me temo que a partir de hoy, deberá llamarse Martín....
Agradeciendo la atención prestada, me retiré con el dotado caballero en brazos.
Así fue que sin demasiadas explicaciones decretamos el cambio ante la sociedad.
Para mayores detalles, los chicos se convirtieron en los interlocutores válidos y se explayaban en las presentaciones diciendo, este es Martín, pero antes era Martina … despertaban sonrisas con su respuesta, aunque entre nosostros, adultos, creo que lo que despertaban era una intriga en la que no se atrevían a profundizar...
Myrtita

2 comentarios:

Anónimo dijo...

capaz que si hubiese seguido siendo martina y la castrabamos no hubiese estado tan rota porque hubiera sido gato hogareño,
a martin no lo queria y el muy hdp lo sabia.. le encantaba mi cama y yo odiaba sus pelos y mas su olor a pis en mi cubre cama!


beso vieji, sigo limpiando, que hija aplicada que tenes!!:)


piLi

Anónimo dijo...

Estimada Myrtita como te comentaba ayer vos sí que tropezás 2 veces con la misma piedra, 1º fue Martina luego el fresno macho ahora que seguirá....?
ale de San Agustín