domingo, 16 de agosto de 2009

Ketty

La tarde del miércoles estaba reservada para la manicura. Era un hito más en la agenda semanal de mi abuela Elisa.

Entre las tres y las cuatro, el timbre anunciaba su llegada.

Todo estaba dispuesto. En el jardín de invierno era la cita.

La mesa de juego, con la toalla blanca, la taza para el agua tibia.Las dos sillas enfrentadas para comenzar la tarea.

Se llamaba Ketty. De tez blanca, pelo renegrido, probablemente a fuerza de tinturas, ojos celestes cristalinos, sonrisa franca y voz chillona. Habrá rondado los cincuenta y mantenía su soltería.

Sus manos con pecas, suaves y sus uñas prolijamente terminadas aunque sin esmaltes, ya que se exponían a la acetona de manera permanente.

Llegaba con su portafolio negro, y que entusiasmo me provocaba verla sacar de él sus herramientas y montones de botellitas con diversas sustancias, que disponía de manera estratégica.

Mi presencia cerca de la mesa, estaba permitida en tanto mi conducta se limitara a la observación silenciosa, sin movimientos bruscos que pudieran derramar algún líquido, o provocar un daño a la labor de la experta en las uñas de mi abuela.

Recuerdo que el trabajo no era silencioso. Las anécdotas y las novedades de la sociedad se ponían en la mesa, tras cada paso de ese ritual.

Quitar el esmalte viejo, recortar las uñas, limarlas para darle forma, colocarlas en esa taza con agua tibia, para ablandar las cutículas que eran removidas prolijamente.

Una pasada de crema, las suavizaba antes de ser

cubiertas con un nuevo tono de esmalte.

Mi permanencia no era desinteresada. Mis manitos esperaban el guiño cómplice de Ketty, para meterse en la taza de agua tibia y después hacerse acreedoras de esa pasada de esmalte transgresora, que se eliminaba sin chistar ni bien atravesaba la puerta de mi casa tras la sentencia de mamá: - ¡Las nenas no se pintan las uñas!

¡Qué placer esas jornadas!

Con las manos en alto, esperando que se sequen las coloridas uñas, seguía la charla, mientras Ketty degustaba un te con alguna especialidad dulce que le dedicaban desde la cocina.

La nostalgia me embarga. Por un ratito volví a aquella casona que atesora mis recuerdos.

Levanto mi vista “3 en 1 base, reforzador y esmalte. Secado rápido”, leo en el frasquito que dejé olvidado al lado del alicate… mis uñas esperan

Myrtita

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