miércoles, 6 de marzo de 2024

Seis de marzo


 El seis de marzo es de esos días, que desde siempre aparecía señalado en el calendario.

Todos sabíamos el porqué, sin necesidad de preguntas. Era día de festejo, de regalos, de celebración, de familia, de amigos.

Un día, el seis de marzo cambió su connotación. Jamás dejó de aparecer señalado en el calendario, y cuando llega, sin palabras y a veces hasta con una sonrisa cómplice surge el recuerdo y la pregunta de algún memorioso de - ¿Sabés que día es hoy?.

Sí que lo sé. Es tu cumple.

Hace más de diez años que no celebramos, pero en la rueda de la vida, en la Tierra, cada año se agrega uno más.

La verdad es que nunca me detuve en pensar el resultado de esa suma, pero, este año un comentario al pasar deslizó un - Serían 90.

Ese número fue como un baldazo de agua que me despertó a la realidad.

Serías grande, hasta vieja diría.

¡Pero no! Esos 90 no concuerdan con vos.

No puedo meter tu imagen en ese número. Hace días que lo intento, pero apareces lozana, fresca, sonriente. Te veo joven, vivaz.

Intento pensarte como una viejita elegante, de esas que pasean por la calle Santa Fe, en la Capital. Esas a las que me gustaría parecerme cuando sea más mayor, pero tampoco me sale.

Tu belleza y elegancia aparecen intactas en mi recuerdo. No quiero que se me escape. Quiero eso por siempre.

Pongo un 90 disociado a mi recuerdo, sólo para que al mirar el calendario, este seis de marzo, pueda decirte despacito ¡Felices 90 mamá!

domingo, 24 de diciembre de 2023

Navidad 2023

 
El estrépito de la bolsa contra el piso me sorprendió. Enfrascada en mi búsqueda, no vi venir esa caída.

La caída fue rápida y no dejó tiempo para que mi mente dilucidara su contenido. Vidrios, por lo pronto no eran.

La intriga postergó mi objetivo y abrí la bolsa. Argollas de madera, muchas. Argollas de cortinas de tela viejas, reemplazadas por cortinas sin argollas, modernas.

Alguien puso esta caída en mi camino. Una caída oportuna que disparó, con tiempo, una imaginación adormecida para empezar a pensar mi Navidad.

Mi árbol sería con argollas.

El 8 de diciembre, fiel a la tradición, en medio de argollas, piolas y yuyos empecé a diseñarlo.

El árbol quedó listo, pero la bolsa caída traía un plus. En la bolsa, había ganchos de alambres y abrazadas a las argollas, sin querer desprenderse de ellas, ganchitos plásticos.

No sin trabajo, logré desprender uno a uno y quedaron ahí, separados, formando una forma amorfa sobre la mesa.

Los observé detenidamente y encontré preguntas.
Uno a uno fui desplazando, inmersa en mi espíritu navideño, pero sin pensarlo se convirtieron en un árbol, lleno de preguntas. Un árbol mimetizado con una realidad también llena de preguntas.

Así mi tarjeta navideña también tomó forma.

En un abrir y cerrar de ojos, el 8 de diciembre devino en 24 de diciembre.

Me detengo, miro el árbol con argollas, miro la tarjeta con preguntas y evoco la Navidad con un fuerte deseo de Paz y Felicidad.

myrtita

 


domingo, 23 de julio de 2023

Una guerra sin fin

Hoy no fue la escoba mi musa inspiradora, fue el espejo el que instaló el tema: pelos.

Parece trivial un QQQ peludo, pero si lo pienso un poquito, reafirmo la profundidad del asunto.

Creo que ni bien asomamos la cabeza a este mundo el tema pelos se instaura en nuestras vidas.
- ¿Nació con mucho o poco pelo?
- ¡Es de pelo oscuro, pero seguro que con el tiempo se le va a aclarar!
- Creo que va a tener los rulos de la abuela.
- Tiene tanto pelo! Ojalá lo pelen

Estos son solos algunos de los comentarios que se disparan con la ansiada llegada de un bebé.

El tiempo empieza a correr, y el pelo empieza a crecer.
- Cortale las puntitas, para que tenga más fuerza.
- ¡Ese corte de futbolista que le hicieron!
- Se lo pintaron del color del equipo de futbol. Ojalá se le salga cuando le laven el pelo.
Seguiría enumerando observaciones, pero al correr el tiempo aparecen nuevos pelos que añaden nuevas formas al tema en cuestión y los pelos se convierten en una cuestión de género.
- No tiene ni un pelo, ni en las piernas, ni en su barba. Es casi lampiño.
- ¡Pobrecita, es tan peluda!
- Con la maquinita no, que vaya a la depiladora.
- Mejor es la definitiva.

De esta manera, lo que para unos favorece su condición de hombría, para otras los pelos se convierten en una dolorosa batalla sin tregua, para reafirmar la femineidad.

Pero el tiempo sigue corriendo y los pelos se reinventan.
- ¡Se dejó las canas!
- ¡Las canas la avejentan!
- Si se hiciera mechitas las podría disimular mejor.
- ¿Viste lo colorada que la tiñeron?
- ¡Se hizo un alisado!
- Será que ahora, ¿todas son rubias?
- Pero, ¡qué bien le quedan las canas en las patillas!
- ¡Está tan pelado que le brilla la cabeza!
- Pero ¡qué ridículo, quiere taparse la pelada con la raya al costado!
Al darle una tregua a la cabeza, me doy cuenta de que aparecen otros pelos, los pelos faciales.
- Qué cejas gruesas.
- Se tiño las cejas y le cambió la expresión.
- Tiene un hilo de cejas.
- Se dibujó las cejas.
- Va al barbero para retocarse la barba.
- Sin barba parece más joven.
- La barba le disimula la gordura.
- Tiene canas hasta en la barba.

El tiempo siguió corriendo, la ducha empaño el espejo y dio un respiro a mi debate mental.
La batalla de los pelos me agotó.

De todos esos pelos pasé en mi vida. Pelos que ocuparon agenda y abrieron la billetera para lograr la aceptación social.

Pelos, lo más natural en los animales.
Pelos, naturalidad humana, a los que la racionalidad en sociedad intenta dominar.

Un QQQ peludo. Menudo pensamiento dominical.

myrtita

sábado, 13 de mayo de 2023

El karma del mantel a rayas

 El mantel a rayas, tiene historia en la familia. Lo recuerdo desde siempre.

No puedo decirlo con certeza, pero al entender de mi imaginación y sin haberlo preguntado oportunamente, fue parte del ajuar de mamá, quizás bordado con amor y dedicación o quizás comprado con un ahorro atesorado en alguna tienda.

Rayas azules y blancas, ni finas ni gruesas, borde festoneado a máquina en color azul, medias flores aplicadas. Azules y rojas en las esquinas, una verde en cada lateral y un centro coronado por medias flores verdes, azules y rojas, todas sutilmente enlazadas por hojas y frutos pequeños bordados en color marrón.

Los colores acusan el paso del tiempo, el azul intenso se ha vuelto lavanda, las flores han perdido brillo, pero conservan su lozanía, y las hojas han atenuado su intensidad sin romper el lazo que simbolizan.

Lo recuerdo desde siempre. En algunas mesas especiales, y más tarde cubriendo las mesas de todos los días. Lo recuerdo en aquel cajón del armario de la cocina cuando los lavilistos invadieron el mercado, desplazando a los manteles que necesitaban de las planchas para lucir.

Día tras día, año tras año, el mantel de rayas estaba ahí, siendo parte de la familia, compartiendo sus momentos. Atesorando vivencias.

La vida sigue su camino y esa rueda nos coloca en roles diferentes. De repente, un día, me convertí en propietaria del mantel de rayas azules. Él se convirtió en parte de mi Tapera, y desde hace diez años comparte mis mesas.

Ya nadie pregunta con que mantel se tiende la mesa. Siempre el mantel de rayas azules. Desayunos, almuerzos, cenas.

Pero no todo es romanticismo para mi valiente mantel de rayas azules. Semana tras semana lucha en una batalla sin tregua contra las manchas.

- ¡Cuidado, el mantel está recién puesto! La alerta se dispara cuando la salsa impacta de lleno en alguna raya.

- Usen plato debajo de la taza y bandejita para comer, me escucho decir cuando la cuchara con café o chocolate se sienta sobre las flores que lo embellecen, y la miel no llega a destino y endulza sus flores que caen el camino.

Yo sufro, y él resiste a todas las embestidas, resignado y a la espera del viaje dominical que termina en un lavarropas. La plancha tibia que le devuelve su prestancia, y un baúl de auto que lo cobija esperando el regreso a su espacio campero.

Un torbellino de ideas, dispararon las rayas de mi mantel mientras desayuno con él, afuera en mi jardín de otoño, escuchando pájaros, mirando verdes. Desayuno en paz, en su compañía.

De repente una carrera me sorprende, no hay tiempo para protegerme. Me saltan, no entienden el NO. No entienden el SENTADOS. Su alegría y amor desbordan.

La taza se salva. Mi mantel no. Seis manos, seis manos embarradas pintan sus rayas de marrón agregando un nuevo componente a las embestidas.

Intento protegerlo, lo sacudo para atenuar las manchas, pero no hay vuelta, las huellas quedaron estampadas en él.

Mi mantel a rayas registra nuevos rivales en sus batallas. Perros.

Manchas, huellas, salsas, rayas sin brillos. Vida.

EL karma del mantel a rayas ya es parte de la tradición familiar.

sábado, 7 de enero de 2023

 La última juntada

Aunque la invitación llegó sobre la fecha, no hubo tiempo para peros. La convocatoria era masiva, y esta vez, eras vos el que convocaba.
En algunas circunstancias la puntualidad tampoco se pone en juego. Era a las 8:30 hs.

Llegamos puntuales y ya nos esperabas en la puerta. Una puerta abierta que nos invitaba a adelantarnos.

Al frente una imagen luminosa nos hacía un guiño de bienvenida, y desde su corazón emanaba paz.

La invitación hablaba de misa, una palabra que me hizo ruido. Hacía mucho que no concurría a misas, pero convocabas vos, y no había margen para dudar. Sin dudas iba a ser buena.

La guitarra acompañando una voz dulce inundó el recinto, anunciando tu ingreso.
No entraste sólo, hombres fuertes te cargaban, hombres de blanco te escoltaban y sumaban sus voces a la canción.

Mis ojos se nublaron y me concentré en la canción. Soy peregrino. La canción sonaba a viva voz, y se repetía.

Entendí que la letra hablaba de vos, sin decirlo.

Mis ojos recorrían el recinto, estaba lleno. Estaban los viejos, los atletas, la gente del barrio, los amigos, la familia. Estaba tu vida en cada uno de los concurrentes.

La ceremonia la conducía tu igual, su voz sonaba igual. No había chances de que fuera de otra manera. Su convicción en la fe daba fuerzas a su entereza.

La estructura de la misa sonaba tal como la recordaba, no obstante, una sensación especial me hacía vivirla diferente. Fue un momento mágico. La tristeza, que embargaba a todos, se consolaba con el mensaje de paz que nos devolvía ese espacio.

Un pedido, de gloria para vos, y de consuelo para los que quedamos.

Seguramente al llegar al evento, desbordados de pena, ninguno entendía por qué partías. Tan joven, tan vital, tan fuerte.

Quizás, internamente, todos en este espacio buscábamos una respuesta.

Alguien desde el púlpito menciono una razón, parten los mejores en su plenitud. Lo escuché atentamente, y creo que me convenció. Desde esa perspectiva todo era perfectamente comprensible.

Pero la racionalidad me jugaba en contra y la lucha interior no daba tregua. Y nuevamente la respuesta, porque parten los mejores y en su plenitud.

Tu viaje a Jerusalén, impactó de repente en mi racionalidad, sumándose a los argumentos para entender. Fue un viaje especial, deseado, planificado, con espacios muy pegados al amor y a la fe.

Mi mente ataba cabos. Nada ocurre en las vísperas. Hay señales que se decodifican el día después.

Mi razón fue perdiendo argumentos, la fe fue llenando espacios. La aceptación me devolvía paz. Parten los mejores, en plenitud, los preparados para seguir su camino y seguir peregrinando sin ataduras.

Finalmente entendí la convocatoria. La palabra misa ya no me hizo ruido. Compartí la mesa.

Acepté razones. Te sentí partir.

Hasta siempre peregrino.

Fue la última juntada.

 A mi amigo Cesar Hayy
myrtita

 

lunes, 2 de enero de 2023

 Huevos pintados de blancos

Hoy sin pedirlos aparecieron como mi recuerdo en Facebook.

Facebook contento me mostró lo que para mi fue para el olvido. Mis deseos para el 2012.

Pintar huevos de blanco para decorar mi árbol en la Navidad 2011 fue un trabajo faraónico. Someter a la familia a una dieta super proteica para lograr la cantidad de huevos que necesitaba para cubrir mi árbol navideño, soplar huevitos hasta la cianosis absoluta, lavarlos con cuidado extremo, secarlos y pintarlos de blanco, ocupó mi diciembre.

En una de las etapas de ese proceso, acomodados en la bandejita plástica, de esas que jamás descarto, salió esta foto que sería protagonista en mis deseos para aquel 2012.

Siguiendo las tradiciones, diez años atrás la publiqué, acompañando la sutil imagen con el pedido de bregar por su integridad. Pasándolo a criollo, y sin vueltas, deseaba que en el 2012 ningún huevo se rompiera bajo ningún argumento.

Ese pedido, marcó un antes y un después para mí.
Ese pedido, fue desoído, y en ese 2012 no quedó ni un huevo sano.

Fue el año más duro de mi existencia. El dicho, de que no puede haber algo peor, se superaba con creces a medida que se sucedían los meses.

Todos lo huevos se iban rompiendo impiadosamente y mi pedido golpeaba mi mente en cada ocasión.

Me enojaba haberlo hecho. Me enojaba haber pedido.

El 2012 fue un año duro. A la distancia lo entiendo como el año que me hizo ser grande, y me posicionó en un nuevo rol,  referente de familia con el poder y deber de toma de decisiones, sin consejo consultor mayor. En el 2012 me volví grande, vi de cerca lo que deseamos nunca ver.

Todos los huevos se resquebrajaron.

Hoy, parezco escéptica ante los saludos, la alegría y el deseo de proyecciones.

Mis huevos marcaron un antes y un después.

No es que no sienta todo eso, pero soy incapaz de verbalizarlo. Creo que me asusta.
Prefiero callar y dejar que el año que comienza sea como tenga que ser, dejando siempre una pequeña ventanita interior abierta para que me sorprenda lindo.

Hoy me sorprendieron los huevos. El 2022 no se despidió con deseos manifiestos.
¡Tímidamente digo feliz 2023!

sábado, 31 de diciembre de 2022

 ¿Cómo se despide un año?

¿Se le dice, simplemente chau? Me parece escueto ese saludo después de haber compartido 365 días con él.

¿Pero qué decirle a este 2022?
Empecé a recordarlo, y casi creí que no me daba pistas.
¿Qué me dejaba este 2022? ¿Qué me llevaba de este 2022?
Pensaba, pensaba, hasta que apareció una super idea, pedirle ayuda a WhatsApp. Seguro que ahí estaba el camino para desandarlo, con palabras, con imágenes y con charlas multidireccionadas.

Empecé a ordenarme y las últimas imágenes aparecían como las más trascendentes, dándome cuenta que era resultado de la inmediatez de su ocurrencia. Entonces, decidí a ir para atrás, como en una máquina del tiempo en reversa, llegar al final o a su comienzo, volver a vivirlo en un paseo más real y complementar este camino con mis carpetas de fotos.

El resultado me sorprendió.

Abrí todas las carpetas de fotos 2022 y encontré pocos humanos. La naturaleza predominaba en ellas. Mis fotos lucían impersonales, probablemente con un estilo que se fue afirmando.

Pero quería caras, y esas caras aparecieron en WhatsApp.
Junté la naturaleza de mis fotos y las caras de mi celular. Volví a vivir este 2022 que hoy quiero despedir.

Me quedo con muchas cosas.

Un 2022 de amores, familia, amigos, encuentros, celebraciones.
Un 2022 con mis fotos, como el espacio propio de myrtita.
Un 2022 con proyectos ladrilleros que lo trascienden.
Un 2022 con delirios creativos nuevos y un desafío interesante que culminó con La Cocó.
Un 2022 con un personaje impensado, Chimuela, que se instaló en hondo en mi corazón, aceptando con sonrisas sus permanentes e indeseadas ocurrencias.

Me llevo una ilusión, anclada en el 2022 que el 2023 verá nacer.

2022

Fueron muchas cosas.
Ya puedo despedirte 2022.
Gracias!