Es la visita tres, no obstante, esta vez decido que la gallega me cuente cómo llegar.
La escucho, pero no le hago caso. Elijo mi ruta, la desconcierto. Recalcula
y me dice siga derecho por dos km y medio.
Sigo derecho. Silencio. Creo que finalmente la cansé con mi obstinada
desobediencia.
De repente la escucho, en doscientos metros, gire a la derecha. Miro al
frente y sí, la calle se corta, no hay opción, giro a la derecha.
Decido hacerle caso. Derecho por un kilometro y medio. Semáforos
que me detienen cada cien metros me hacen repensar mi decisión.
La escucho de nuevo, en cien metros gire a la izquierda. Gire a la
izquierda, me repite, creo que temerosa a mi resistencia. Giro a la izquierda,
dos kilómetros y medio más. Gire a la derecha y su lugar de destino estará a su
derecha.
Y sí, tenia razón. Había llegado a mi lugar de destino por tercera vez.
Me tomo mi tiempo para bajar. Cargo la cámara al cuello, otro lente en el bolsillo.
Ni la mochila me interesaba portar.
Iba a mirar lo mismo, por tercera vez. No sonaba estimulante. Algo
debía hacer para revertir mi sensación.
Me planteo un desafío, mirar lo mismo, pero ver lo diferente.
La palmera que en la última visita era la primera foto cuando se arqueaba
y se convertía en puente, había sucumbido ante el paso de la motosierra. Hoy su
estípite eran cilindros que dormían a la orilla del lago. Ya era un cambio,
pero cilindros no.
Ver diferente, menuda tarea. No humanos. No paisajes. No gansos. Pero ¿qué?
Acepto dos de las opciones, pero a los gansos no puedo eludirlos. Van a la par, nadan, vuelan, chillan, se pelan, tienen hambre. Imposible que mi atención no se detenga en ellos. Pero, ¿más gansos?
OK, gansos sí, pero diferentes.
Empiezo a observarlos. Navegan elegantemente, en grupos, de
repente sus cabezas desaparecen. ¿Tienen hambre? Y ahí está la foto. Con las
colas al cielo. Los espero. Emergen las cabezas con los picos llenos de algo. ¿Barro,
algas, gusanos, hierbas? ¿Su dieta? Y ahí está la foto.
Otros gansos prefieren caminatas por la orilla. El sol me hace un guiño y veo sombras
largas que los acompañan. Y ahí está la foto.
El sol dice seguime. Rincones de agua iluminados. Aguas pobladas, con texturas, colores, aguas con arte. Y ahí está la foto.
Mirá lejos, dice el sol. El lago, sus brillos y sombras, patos a contraluz,
patos entrando a la luz. Y ahí está la foto.
Mirá hacia arriba, me sugiere el sol. Ahí, al lado del tronco. Hojas,
hojas ocres y luces a sus espaldas. Y ahí está la foto.
Mirá hacia abajo, me invita el sol. Aguas limpias como espejos y
reflejos. Y ahí está la foto.
La tarde pasó. Las aves empezaron a buscar refugios para la noche que
se avecinaba.
El sol comenzaba su despedida. El frío se hacía dueño del espacio.
La tercera visita llegaba a su fin.
Emprendo el regreso. Mi cámara atesoraba instantes, miradas.
Solo resta comprobar si mi cámara logró ver diferente.
Imágenes en Facdebook: myrtarangurenfotos
en Instagram: myrta_aranguren
4 comentarios:
Hermoso relato amiga!! Esta pasión tuya te permite ver lo que no vemos en la vorágine de nuestra vida diaria. Contemplar cada instante de lo que sucede a tu alrededor y ver más allá de lo que los ojos pueden ver.
Atesorá cada sentimiento, para que regrese al ver esas bellas fotos!!! Abrazo grande
Gracias Canarita!!
Sin desperdicio, como siempre mi Ying! Tenés el don innato para narrar y ese ojo que ve lo que no vemos,uno cierra los ojos y lo vive. Y los gansos van a tener su encanto en el encuentro 3, 4, etc.Vamos x más QQQ❤️
Myrta me encantó. Si vi y te escuche que vos buscabas algo diferente, como ser sombras. Hermoso tu relato y muy cierto cuando uno va, varias veces termina sacando más de lo mismo, pero vos pensaste diferente a mi. Seguro tus fotos deben estar rebuenas y originales.
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