El soporte estaba vacío.
Su ausencia no pasó
desapercibida.
Agucé mi vista y
ahí, en el rincón del vanitory, atrás de los adornos modernos, lo encontré.
Alguien lo había
escondido, seguramente con la idea de que no era bueno mostrarlo. Tenía
fisuras, marcas.
En un golpe, su
lozanía se quebró.
Parecía su fin.
Era parte de un
juego, un conjunto que perdía su funcionalidad con su ausencia.

El cemento no fue
invisible, y en la reparación quedaron huecos, espacios que no consiguieron
llenarse, pero volvió a ser parte del grupo y su aporte lo valorizó nuevamente.
Su imagen relegada
provocó en mi mente el desfile de mis afectos que bebían en él, aún con de sus
fisuras.
Lo rescaté del
rincón, lo coloqué nuevamente en su soporte.
Lo tomé en mis
manos, le puse agua respetando el nivel que permitían sus marcas.
Lo levanté y ahí, frente al espejo brindé en él por los que no
están, por los que amo y me acompañan, brindé con la esperanza de un feliz
2017.
myrtita