domingo, 17 de octubre de 2010

Mis cucharitas de cerámica blancas

Las descubrí en el anaquel de la casa de regalos. Fue amor a primera vista.

Si bien no eran lo más llamativo de aquel objeto que se vendía, fue lo que me enamoró.

Tazas cerámicas con agujeritos en su manija, y en ellos, ellas, cucharitas de cerámica blancas, erguidas, sostenidas firmes al atravesar los dos agujeritos.

Un primor, suavecitas, blanquitas, limpitas y frágiles eran las cucharitas de cerámica blancas.

No se vendían solas. No se podían separar. Existían por las tazas y solamente con la compra de una taza, podría ser propietaria de una cucharita de cerámica blanca.

No lo dudé. Eran hermosas. Suavecitas, blanquitas, limpitas y frágiles.

Compré cinco tazas. Una para cada integrante de la familia. Para que cada uno tuviera más allá de la taza, una cucharita de cerámica blanca.

Tazas con diseño muy moderno, por cierto. Muy lindas y novedosas. Para los desayunos y las tomadas de leche a la tarde. Tomadas de leche tan mías.

Pero las tazas no eran mi luz. Sí, aquellas hermosas cucharitas de cerámica blancas.

Regalé tazas a la familia. Regalé tazas a todo aquel allegado o allegada que cumpliera años por aquella época.

¿Cómo no iba a regalar cucharitas de cerámica blancas?

Fue así como comenzó esta historia.

Las tazas fueron adoptadas de inmediato para hermosear las mesas de los desayunos y meriendas. Las cucharitas calculaban la cantidad justa de café, de chocolate y de azúcar por cada taza. Revolvían el contenido de las tazas. Entraban y salían del microondas sin problemas. Se mantenían blanquitas, suaves y limpitas. Eran la perfección. Pero más allá de su plena perfección eran frágiles. Demandaban cuidado. Suavidad en el trato.

¡Qué cosa más alejada de la realidad! ¿Suavidad en el trato? En el lavado, en la secada, en la guardada.

Las cucharitas, tan bellas como frágiles, comenzaron a morir.

Se rompía una cucharita y corría al negocio en que las había descubierto para reponerla.

Pero ellas no estaban solas. Se debían a sus tazas. Era un combo. Una cucharita más una tacita.

En consecuencia tras cada baja, de cucharita, que se producía en el hogar, nacía una nueva cucharita más una tacita.

Llegué a tener más de doce tazas. Ya ni sitio para ellas había en la alacena. El diseño de las tazas se iba modificando. Todas eran diferentes. Las únicas iguales seguían siendo las cucharitas de cerámica blancas, que en la proporción iban en franca minoría.

Fue entonces que un día, en un shopping de la Capital una canasta llena de cucharitas de cerámica blancas solas, apareció delante mío. Ahí, huérfanas, sin tazas adosadas a ellas. Todas para mí. Mis ojos no daban crédito. Compre una docena y regresé al interior más contenta que perro con dos colas.

Las cucharitas de cerámica blancas, ahora superaban la cantidad de tazas, que también se iban destrozando para ser coherentes en el cuidado.

La historia vieja comenzó de nuevo. Las cucharitas de cerámica blancas comenzaron a morir.

Volví a capital. Volví al mismo lugar, como en la canción de Sabina, no me encontré una sucursal del banco hispanoamericano, pero el negocio ya no estaba.

¡Qué desolada me sentí!

No más cucharitas de cerámica blancas huérfanas. No más cucharitas de cerámica blancas adosadas a tazas. No más cucharitas de cerámica blancas.

Sin consuelo comencé a deambular por bazares de la capital, hasta que ahí, en la misma esquina que mi reducto capitalino, tirada en el suelo de la vidriera del bazar la descubrí.

Una única cucharita de cerámica blanca. Sin perder tiempo entré. Feliz. Quería muchas. Pero sólo conseguí cinco. Por más que incitaba a la empleada a seguir buscando, me respondió con un seco “no hay más”.

Así me armé de cinco nuevas cucharitas de cerámica blancas.

Al regresar a casa decidí ponerlas a resguardo, junto con las otras sobrevivientes, consciente de que eran un bien muy escaso y muy preciado, aunque sólo para mí.

Un vaso grande de plástico transparente sobre el freezer sería su lugar. Lejos de los cajones en los que se tiran los cubiertos de metal. Eran cucharitas de cerámica blancas. Hermosas y frágiles.

Aquel medio día, ante la negación de cocinera, el pollo del imán de la heladera fue el men

ú impuesto.

No huesos de pollo a los perros era el cantito que sonaba siempre al levantar los platos de la mesa.

Poner la bolsa de basura a resguardo de los perros, era parte del ritual.

Comenzaron a levantar la mesa mientras, sin moverme de mi lugar, pretendía mirar el modelo de la señora Mirta Legrand, cuando escuché un estrepitoso ruido proveniente de la cocina.

Mi cabeza comenzó a dar vueltas. No podía ser lo que ella me dictaba. El ruido estaba registrado en mi mente. Ya lo había sentido en otras ocasiones. ¿Ruido de cerámica rota? ¿Cerámica? ¿Cucharitas?

Todo se volvió negro. Sólo esperaba una voz que me dijera NO, no son tus cucharitas de cerámica blancas.

Silencio.

Nada de eso ocurrió.

Mis cucharitas de cerámica blancas...

Me levanté de la silla. Caminé como autómata en dirección al ruido. Pedazos de cucharitas de cerámica blancas desparramados tapizaban el piso rústico de cerámicos rojos.

Silencio.

Sólo una mirada con una furia incontenible. Excusas que pretendían apaciguarla.

Mis cucharitas de cerámica blancas.

Sólo una sobrevivió.

Gracias plomero por haber llegado tarde a destapar la pileta cuyas aguas grasientas acariciaron y protegieron a mi cucharita.

Sólo una que quedó mutilada. Ya no mide 17,5 cm. Mide 15 cm. Su mango se acortó.

Sólo una sobrevivió. Mi cucharita de cerámica blanca.

Myrtita

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Como no conmoverme con el qqq de las cucharitas de cerámica blanca de la que fui testigo de tantas de sus compras!!! y no mencionaste mi padecer,yo también las extraño,espero que en este viaje a la Capi tengamos suerte please!! tambien lo digo por mi salud mental jaja
Ale de san Agustín

myritat dijo...

jajajajajaaa.............
Alla vamos!!!
Al ONCE!!!
Por mas!!! Cucharitas de cerámica blancas!!!!
Y si te portas bien, al regreso, te invito a tomar la leche con las cucharitas de cerámica blancas!!!
TQM

Anónimo dijo...

JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
LOCA LOCAAAAAAAAA!
hacia ellas vas,
la prox visita mía voy a buscarlas también, para apaciguar tu deseo de siempre tener más y más ya que su vida es corta.
Piluqui

María Laura dijo...

¡Qué loca estás mamita querida!

myrtita dijo...

Mis dulces niñas!!!!
Qué alto y unánime concepto de esta figura materna... que les ha tocado en suerte...
Será que es así????
De cualquier manera...
BIENVENIDAS A MIS QQQ!!!!
Las quieroooooooo...

María Laura dijo...

Recuerdo haber estado por entrar a casa con Agustín cuando me dijo: no digas nada porque mamá está enojada. A lo que pregunto... ¿qué pasó? Y me contesta: Se me cayeron las cucharitas blancas y se rompieron todas. Entré a casa y me dijiste: no te rías. Jajajaja. ¡LOCA! Te amo madre.

Gerii dijo...

definitivamente sos la MEJOR!! como me rei! hasta te imaginaba te juroo! te quierooo
muaaaaaaa!