viernes, 4 de julio de 2025

Fuego y estafa

 Hoy estoy triste. Quise evitarlo, manejar el dolor, el malestar, la angustia, pero fue querer tapar el solo con mis dedos. Todas esas sensaciones afloraron, a borbotones como las lágrimas que no consigo secar.

Myrtita dramática. Me leo desde afuera y esa no soy yo.

Myrtita misteriosa. Esa tampoco me gusta.

Myrtita estafada. Esa duele.

La ilusión de deuda saldada acompañaba el pago por transferencia. Ya estaba, mi cambio constructivo estaba en marcha.

Una llamada telefónica me puso en alerta. La transferencia no llegó.

Imposible si fue a la cuenta indicada. La repaso. Faltó una letra, un punto.

Pero el dinero salió, y salió hacia otra cuenta, que, gracias a la potencia de la digitalidad y las redes, fue fácilmente identificada. No sólo con CUIT, sino también con nombre, apellido, cara, dirección, actividades, familia, vida.

Recurrí al dispositivo de pago, intentando revertir mi error. Alias equivocado.

La amable secretaria de IA, me respondió que solicitara la restitución del dinero a la errónea destinataria, cosa que hice. En un período de no más de siete días debía ser la devolución.

Al instante, la misma secretaria me pedía que calificara su accionar para poder mejorar.

Le respondí, ¿qué querés que te diga? Un cinco por amabilidad, pero un cero en solución, ya que el accionar más justo, aún sin saber el cómo, entendía que era la devolución del importe.

Busqué encauzar una solución entre humanos, a través del diálogo. Me comuniqué con la titular de la cuenta beneficiada con mi dinero. Asumí mi error. Mostré comprobantes, mostré evidencias más que elocuentes. Intercambie palabras con respuestas burdas, negacionistas, no correctas que terminaron en un, ese dinero no está impactado en ninguna de mis cuentas y listo. A continuación, dio unilateralmente, el tema por cerrado y me bloqueó.

Al mismo tiempo daba de baja sus Instagram comerciales y sus apariciones en redes sociales, acciones que me dieron a pensar. Si sos inocente, ¿qué necesidad tenés de desaparecer?
Sólo con responderle a la amable secretaria de IA, restituyendo el dinero, se acababa el conflicto de manera justa y armónica.

Técnicamente mi error y sus consecuencias llegó hasta ahí.

Pero Myrtita que imaginaba controlar emotivamente una situación, finalmente se vio desbordada.

Buscó refugio en su cámara. Buscó hojas, buscó fuego. Así empezó a pasar páginas, a encenderlas y a desencadenar clics sobre ellas, intentando apaciguarse y poder contar su dolor desde las fotos.

Las mejillas están húmedas todavía.

No duele el dinero. Duele la maldad, la mala fe, la falta de educación, la falta de honestidad, el negar la evidencia aún con las pruebas en la mano.

Duele haberme enfrentado a esa realidad.

Duelen la prueba y evidencia que me hicieron entender el porqué, el mundo está como está y difícilmente se pueda revertir.

miércoles, 25 de junio de 2025

Ver diferente

Es la visita tres, no obstante, esta vez decido que la gallega me cuente cómo llegar.

La escucho, pero no le hago caso. Elijo mi ruta, la desconcierto. Recalcula y me dice siga derecho por dos km y medio.

Sigo derecho. Silencio. Creo que finalmente la cansé con mi obstinada desobediencia.

De repente la escucho, en doscientos metros, gire a la derecha. Miro al frente y sí, la calle se corta, no hay opción, giro a la derecha.

Decido hacerle caso. Derecho por un kilometro y medio. Semáforos que me detienen cada cien metros me hacen repensar mi decisión.

La escucho de nuevo, en cien metros gire a la izquierda. Gire a la izquierda, me repite, creo que temerosa a mi resistencia. Giro a la izquierda, dos kilómetros y medio más. Gire a la derecha y su lugar de destino estará a su derecha.

Y sí, tenia razón. Había llegado a mi lugar de destino por tercera vez.

Me tomo mi tiempo para bajar. Cargo la cámara al cuello, otro lente en el bolsillo. Ni la mochila me interesaba portar.

Iba a mirar lo mismo, por tercera vez. No sonaba estimulante. Algo debía hacer para revertir mi sensación.

Me planteo un desafío, mirar lo mismo, pero ver lo diferente.

La palmera que en la última visita era la primera foto cuando se arqueaba y se convertía en puente, había sucumbido ante el paso de la motosierra. Hoy su estípite eran cilindros que dormían a la orilla del lago. Ya era un cambio, pero cilindros no.

Ver diferente, menuda tarea. No humanos. No paisajes. No gansos. Pero ¿qué?

Acepto dos de las opciones, pero a los gansos no puedo eludirlos. Van a la par, nadan, vuelan, chillan, se pelan, tienen hambre. Imposible que mi atención no se detenga en ellos. Pero, ¿más gansos?

OK, gansos sí, pero diferentes.

Empiezo a observarlos. Navegan elegantemente, en grupos, de repente sus cabezas desaparecen. ¿Tienen hambre? Y ahí está la foto. Con las colas al cielo. Los espero. Emergen las cabezas con los picos llenos de algo. ¿Barro, algas, gusanos, hierbas? ¿Su dieta? Y ahí está la foto.

Otros gansos prefieren caminatas por la orilla. El sol me hace un guiño y veo sombras largas que los acompañan. Y ahí está la foto.

El sol dice seguime. Rincones de agua iluminados. Aguas pobladas, con texturas, colores, aguas con arte. Y ahí está la foto.

Mirá lejos, dice el sol. El lago, sus brillos y sombras, patos a contraluz, patos entrando a la luz. Y ahí está la foto.

Mirá hacia arriba, me sugiere el sol. Ahí, al lado del tronco. Hojas, hojas ocres y luces a sus espaldas. Y ahí está la foto.

Mirá hacia abajo, me invita el sol. Aguas limpias como espejos y reflejos. Y ahí está la foto.

La tarde pasó. Las aves empezaron a buscar refugios para la noche que se avecinaba.
El sol comenzaba su despedida. El frío se hacía dueño del espacio.

La tercera visita llegaba a su fin.

Emprendo el regreso. Mi cámara atesoraba instantes, miradas.

Solo resta comprobar si mi cámara logró ver diferente.

Imágenes en Facdebook: myrtarangurenfotos
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