martes, 9 de octubre de 2012


Hola Papá!
Recién llego, decidí prepararme un té. Ya casi van a ser las seis, una hora más que prudente para hacerlo.
De repente la irracionalidad se apoderó de mí. Fui hasta el teléfono y casi marqué tu número.
La costumbre del llamadito cotidiano, a la tardecita, a la hora del regreso para dar las novedades me superó.
Me frené. Tomé conciencia. Ya no tenés teléfono. Ya estás más allá de las costumbres y de nuestros buenos hábitos.
Hace dos meses nos dijimos chau, seguido de un consejo no escuchado que te pedía “viajá mañana si no tenés apuro”, a lo que sólo me respondiste “andá con cuidado, yo me organizo despacito”.
Tu despacito se convirtió en mi vértigo. Tu despacito se convirtió en adiós. Tu despacito de repente se convirtió en un vacío que intento llenar con recuerdos y sonrisas al evocarlos, pero que en este momento nublan mi vista con lágrimas que no pueden contenerse.
De repente te extrañe. Te extrañé con un dolor insondable, tan profundo como sin retorno tu presencia.
La razón se quedó sin argumentos y lo dejó avanzar. Se abrió camino dejando de lado la aceptación del destino y volvió a sangrar.
La razón reaccionó. Corrió en mi ayuda, intentando dominarlo con argumentos sabios, con alternativas de final aún más drásticas y dolorosas. La razón fue mitigándolo. Vuelvo a entender tu partida. Vuelvo a entender porqué Dios la decidió así. Vuelvo a entender tu elección por seguir a mamá. Ella no sabía vivir sin vos y tampoco hubiera podido partir sin tu compañía.
La razón deja que mi ingenua imaginación construya nuevamente el espacio de paz en el que moran.
Pero el vacío es grande. Mis palabras confusas. Mi dolor lacerante.
La razón apela al tiempo, el tiempo dará paso a la razón.
Mientras tanto el dolor es grande y empiezo a extrañarlos.
Quiero llenar el vacío de imágenes. Quiero llenar el recuerdo de sonrisas.
Quiero que nos vean. Quiero que nos sigan. Necesito que nos cuiden.
Necesito ese espíritu positivo que contagiabas y dejaba ver el sol en medio de las tormentas.
Pensé que eso era tu mejor legado. Pensé que podría ver el sol. Hoy las nubes me abruman. Necesito que las soples. Necesito que las corras. Necesito el sol. Necesito seguir. Necesito pensarlos. Necesito su recuerdo. Su recuerdo con sonrisas.
El té se enfría. La lluvia sigue. Pero desde adentro empiezo a ver el sol. La paz me invade. Creo que ya está. Que me escuchaste.
Gracias. Dale un beso a mamá. Decile que voy a buscar una aguja de crochet. Decile que la quiero.
No te olvides por favor.
Te mando un beso.
Hasta mañana.