lunes, 10 de octubre de 2011

Un parque desde el corazón

Después de varios días de frío y lluvia, en los que la primavera quedó olvidada, el sol hizo su reaparición.
Tímidamente y pidiendo permiso a unas nubes negras que se resistían a abandonar el cielo fue brillando con la intención de tentarnos a abandonar el encierro y el letargo de los días grises.
Con ese estímulo los pies comenzaron a andar sin camino fijo, sin planificación pero con una meta: el Parque Urquiza.
Quería una caminata diferente. Nada de calles ni veredas. Quería adentrarme en las barrancas. Subir y bajar esas escaleras escarpadas que desde arriba provocan vértigo y desde la base parecen imposibles de vencer.
Quería recorrerlo, dejarlo en imágenes, disfrutarlo como esas personas que aparecían en la recorrida y que por los diálogos que se filtraban quedaba en evidencia que se trataba de turistas. Turistas maravillados por la belleza de esta naturaleza generosa que se nos brinda día a día y que por ser costumbre tantas veces pasa desapercibida o no es valorada.
Quería disfrutar del parque. Cansarme en la recorrida. Mirarlo desde adentro. Llegar a su corazón con la intención de que le pegue al mío.

Quería y lo hice. Llegué y me llegó.