lunes, 26 de abril de 2010

El chiche nuevo

Está linda pero se acuerdan de myparrilla??
Fue muy linda también. Tenía su glamour ¿o no??

Myrtita

domingo, 25 de abril de 2010

Don Nicola

¿Qué dispara mis palabras?
Un olor, una imagen, un sonido. La soledad, mis sentidos, una mente inquieta que sin permiso se da licencias y viaja. Viaja lejos, muy lejos, tan lejos que me asusto de solo pensarlo.
El ruido seco y constante de la tijera de podar, lo trajo a mi mente. Don Nicola.

Que descuelgue de ideas, ¿de dónde vienen? Son muy lejanas, me anclan en mi infancia.

Don Nicola, el jardinero. Aquel viejo italiano que todas las semanas llegaba para dejar su magia en el pequeño jardín de la calle Rivadavia.

Tostado por el sol, rubio de ojos chiquitos del color del cielo, de palabras en un castellano atravesado. Con paciencia y pasión, acomodaba la maraña verde, dejando un espacio prolijo y florecido.

Ya entré. Decido recorrerlo contra el sentido de las agujas del reloj.
En el cantero triangular de la derecha, me recibe el rosal rojo, en el vértice, custodiando la puerta de acceso. Más allá, en el centro el dominio de la bandera española que disputa el espacio con un árbol frutal, del que no distingo sus frutas, pero lo veo más cerca del tapial que linda con lo de Del Azar. Sobre el borde de cemento que marca los límites de este espacio, una línea perfecta de flores de estación que se renuevan permanentemente dando el toque de color y alegría.

Un espacio verde, sin flores, más húmedo se protege cerca de la pared que deja atrás el oeste. Las acuáticas con sus hojas grandes que conforman el mejor refugio para la jugada a la escondida.

El rincón de la parrilla, con una simple mesada en la que el buen asador debe trabajar arduamente para ganarse el aplauso merecido, quedó flanqueado por mi hamaca custodiada por dos jazmines del Paraguay.

Los jazmines del Paraguay, un símbolo fuerte de mi niñez, escoltan esa pequeña hamaca que fabricada por Don Sendra, el viejo herrero amigo de Papá, quizás a cambio de algún acto quirúrgico.

La pared de la casa de los abuelos oculta por su enamorada vigorosa que refugia todo tipo de alimañas obligando a podas permanentes.

El mamón delante del tapial del fondo, voltea sus hojas y deja rodar sus frutos en una suerte de guerra. -¡Cae otro más cuidado! Y la corrida…

El jazmín celeste sin límites definidos oculta la piecita de los cachivaches y se enmaraña apoyado en el pequeño tingladito que protege el acceso al cuartito.

Un paso angosto, con baldosas me deja volver a la puerta. Una puerta grande con vidrios de colores, protegida del sur por la glicina. No veo sus flores. Las hojas ocres comienzan a caer. Es otoño.

El ruido seco y pausado de la tijera me llevó. El paseo fue corto. Ya termina. Sólo una vuelta por el jardín chiquito de mi casa vieja.
Don Nicola ya se fue. Llegué justo para verlo partir. El recuerdo fue grato, su magia todavía estaba allí.

Myrtita