sábado, 29 de noviembre de 2008

Capítulo 4 - Federico

La tercera puerta del fondo del pasillo del octavo piso, aún no estaba definida.
La puerta del fondo a la izquierda, no conducía a nadie.
Febrero era el tiempo de estudiantes de lejos buscando moradas, así fue como llegó Federico a nuestras vidas.
La primera quincena de febrero ya promediaba, cuando comenzó la mudanza. Tan austera como ruidosa. El octavo E, parecía tener nuevos dueños.
Dos estudiantes para compartir aquel departamento del fondo, fueron los datos que se filtraron a través de un pequeño informe del portero, a quien no se le escapaban detalles de los cambios que ocurrían.
Se supo que uno venía de Buenos Aires, el otro de Santa Fe.
La presencia de nuevos vecinos fue el tema obligado aquella tardecita en el departamento de Bonel. Los detalles suministrados por el portero no eran demasiados, y si bien Bonel los había visto ir y venir, cargando sus pertenencias, no podía precisar descripciones. La intriga seguiría en mí hasta que se diera la ocasión de encontrarnos cara a cara.
Pasaron unos días hasta que se dio la presentación formal.
La pasadita vespertina por el 8° G se había vuelto una rutina. Una más que obligada rutina. Bonel me esperaba. Era el momento del diálogo, de las novedades, del contarnos cómo habían sido nuestras jornadas.
El intercambio de periódicos también se daba en estos encuentros. El Diario nuestro para Bonel, El Clarín de Bonel para nosotros. Todo ocurría a puertas abiertas. La puerta del fondo no se cerraba. La mía del 8° G tampoco. Así cada uno en su casa y con sus cosas, pero juntos, Bonel y yo.
El ruido de la puerta del ascensor nos obligó a mirar. Alguien venía hacia el fondo, y al llegar a la puerta del 8° F se detuvo con una amplia sonrisa.
- ¿Puedo pasar?
El diálogo comenzó.
Alto, flaco. Ojos oscuros, con una mirada profunda. Cejas y pestañas tupidas. Rulitos. Algunas pecas. Una sonrisa blanca, impecable. Un lindo nene. Vistoso y simpático. Desenvuelto diría después Bonel.
El hijo mayor de una clásica familia de la capital, cuidado y mimado. Federico era el primer pichón que salía del nido con destino Paraná, más precisamente su meta era Oro Verde. La bioingeniería había sido su elección.
Qué jugarreta de la vida, ahí, en el octavo F comenzaba a gestarse algo. Ninguno podía vislumbrar el futuro. Un adolescente, una adulta y un anciano. No teníamos nada en común. Una mezcla. O quizás sí teníamos algo en común. Los tres estábamos comenzando algo.
Yo recién casada, Bonel recientemente viudo, y Federico, recién salido del nido comenzando una vida sólo, lejos de su hogar.
Los tres necesitábamos contención. Los tres inconscientemente nos necesitábamos. Y la vida nos daba la oportunidad de encontrarnos.
Tres ingredientes perfectos para una nueva comunidad, allí al fondo del pasillo del octavo piso.
Myrtita

domingo, 23 de noviembre de 2008

Chau Canela!!!

Desde hacia tiempo me preguntaba cómo sería el final. Sabía que me enfrentaría con la muerte cara a cara, pero desde mi fuero íntimo desdibujaba esa situación. No alcanzaba a imaginarla.
Era consciente que ese fin se acercaba, de manera irremediable, con la velocidad con que las nubes tapan el sol, en las vísperas de la tormenta, pero…
Ayer transgrediste la orden, “¡Quedáte en el fondo, no entres ni subas. La casa está limpia!”. Escuché tus pasos pausados, sin el ritmo regular que le imponías en tu juventud, al trepar la escalera. Llegaste a la puerta del dormitorio, y me miraste con esos ojos de picardía y disculpa, que delataban tu falta. Sé que intuías que otra vez tu ama partía por unos días, por eso te dejé y el reto no salió de mis labios.
Ahí estabas, a mi lado, cómo mi sombra, igual que desde hace catorce años, igual que desde ese día en que nos asumimos como inseparables compañeras.
¿Fue en marzo de aquel año en que contra la resistencia entraste en casa? ¿Te acordás? Ya había otra perra. Tu presencia representaba el caos.
Fue el caos esa enfermedad, que casi te arrancó de mi lado. Fue la satisfacción y el orgullo cuando le ganamos la batalla, y comenzaste a recuperarte. Fue la complicidad que comenzó a crecer entre nosotras a partir de ese momento.
En papeles no eras mía, pero las dos lo sabíamos, yo era tu ama y vos mi perra.
Siempre juntas.
¿Te acordás cuando te llevaron al desfile de perros en la escuela? Tu timidez, te jugó una mala pasada y desfilaste upa, escoltada por los chicos. Y a pesar de todo ganaste. Trajiste el trofeo a la perra más tímida. Y le ganaste a esas razas finas que volvieron a su casa con las manos vacías…
Tu aspecto no cuadraba con las razas de libros. Todos cuando te miraban comenzaban un ejercicio metal, intentando descubrir tu origen.
Tu raza…. Jaja fuiste una hija bastarda. Probablemente naciste de una relación pasional entre una madre de raza paqueta y ese vago de la calle. Quizás fuiste el fruto de un amor prohibido… Nunca lo supe. Tejí historias en mi mente sobre tu origen, pero nunca comprendí a los que te tiraron en la escuela.
Me parece que tu origen te marcó. Tu pasión por Paul, el pointer de la esquina… Tobías aquel callejero insurrecto… Sansón, el morocho doberman de la vecina. Tu prolífica descendencia que disfruté sobremanera al ayudarte a criarlos.
Repaso estos años y desfilan imágenes….
¿Desde cuando compartimos los desayunos? No me acuerdo. Pero ¿quien se va a tomar el fondito del café con leche que te correspondía y esperabas ansiosa todas las mañanas? ¿A quien le voy a dar los pedacitos de mis galletitas mientras tomo la leche?
Tu cuchita de abajo, tu cuchita de arriba que se mudaba al escritorio para que durmieras abrigada a mi lado mientras trabajaba…
¿Te acordás de las tardes de fútbol en el fondo? Eras la goleadora oficial, cuando le robabas la pelota a los chicos que armaban el picadito….
Los restitos del peceto, eran tuyos en las previas de las milanesas….
¡Cuántos códigos había entre nosotras!
Y vuelvo a ayer. Me despediste cómo siempre. En ningún momento me alertaste. Nunca me dijiste que no me ibas a esperar.
La llamada me sorprendió. No entendía ese llanto que llegaba desde lejos anunciando tu partida.
No imagino el retorno con tu ausencia.
¡Qué vacío!, pero releo estas líneas, y ese vacío se llena.
Fueron catorce años de plenitud, de relación franca e incondicional. Llenos de vivencias, anécdotas que voy a atesorar hasta el día en que nuevamente compartamos en el más allá nuestros restitos de café con leche…
Chau Canela! Mi fiel e incondicional Canela!



Myrtita

sábado, 15 de noviembre de 2008

Cartas

La caja de las tres tiras descansa en la repisa del cuartito del fondo. Contiene a los ojos de algunos papeles, amarillos por el paso del tiempo, húmedos, con tintas corridas que se esfuman de los renglones como queriendo resguardar la intimidad de las palabras de aquella época de juventud.
Una caja, allí perdida, con su aspecto a cosa vieja es depositaria silenciosa de toda una vida, de recuerdos, de confesiones, de ilusiones, de amores pasados, bajo la forma de cartas.
Una caja que con sólo remover su tapa deja escapar los secretos más profundos y genera un torbellino de sentimientos y sensaciones. Todo parece volverse actual.
Llego a aquella oficinita de correo improvisada en el sótano de la casa de gobierno, desafiando esa escalera de peldaños angostos y pronunciados armados con los durmientes del ferrocarril.
Compro las estampillas para esa carta simple, portadora de anécdotas, que si bien revisten el carácter de trascendentes no parecen tan importantes como para invertir en un sello para ser certificada o expreso.
El rodillo para pegarlas en el sobre está allí, en ese alto mostrador, contra la pared. Tomo las estampillas, las deslizo por él una a una y me cercioro de que las puntas queden bien adheridas al sobre.
El trámite termina.
Salgo en busca del buzón rojo en la puerta. Una última mirada a mi carta y me despido de ella tirándola por la ranura, mientras agudizo el oído tratando de sentir que llega al fondo.
Ahí quedará a la espera de que ese alguien sin rostro la retire y de manera casi mágica la lleve a destino.
Un día para llegar, si no va muy lejos, otro día para volver, si la respuesta es rápida, casi inmediata. Dos, tres, cuatro días, o más de ansiedad para saber si a la vuelta de la escuela el cartero ya pasó trayendo las noticias esperadas.
Qué lejanas parecen estas cartas, con su estructura que se enseñaba en la escuela con el rigor de los contenidos formales.
Qué lejanas parecen estas cartas, escritas con la mejor letra, con ortografía controlada.
Qué lejanas parecen estas cartas, con la fecha a la derecha, el encabezamiento y saludo, formal o informal, su cuerpo que comenzaba ahí, justito debajo de los dos puntos del Querido o estimado Pepito, la despedida, la firma… Ah, y la posdata que se hacía más larga que la misma carta cuando nos olvidábamos de narrar aquella jugosa vivencia.
Qué lejanas parecen estas cartas, que se escribían en papeles especiales.
Qué lejanas parecen estas cartas, con sobres con destinatario al frente y remitente al dorso, en la solapa que se pegaba con una pasada de lengua.
Destinatario y remitente, dos términos que hoy suenan desconocidos para los chicos, que asimilaron el Para y De en las nuevas formas de comunicación.
Qué lejanas parecen estas cartas, desplazadas por la comunicación casi inmediata del e-mail, que no conoce de intermediarios como la figura esperada del cartero.
Qué lejanas parecen estas cartas, desplazadas por los escuetos mensajes de texto de los celulares, que no conocen de buena letra, ni siquiera de ortografías, sintaxis y puntuaciones.
Qué lejanas parecen estas cartas, que comenzaba de manera casi indefectible con un “espero que al recibir la presente estés bien de salud…” y una despedida con “a la espera de noticias….”
Qué lejanas parecen estas cartas, y que cercanas y vigentes esas que descansan ahí, en el cuartito del fondo, en la caja vieja de las tres tiras
Qué cercanas estas cartas, que atesoran mi vida, mis recuerdos a pesar del color amarillento de sus hojas…
Qué cercanas parecen estas cartas, que no se borraron con un click.


Myrtita

jueves, 6 de noviembre de 2008

Ba... en onda verde

Otra vez BA fue diferente.
Mucho verde, muchos paisajes, muchos diseños, muchos amigos, alguito de teatro, comiditas, poquitas compras ....
Bajo estas pautas que se fueron dando, descubrí un lugar, en medio del bullicio de la capital ...
Un lugar con paz, armonía, belleza, cuidados "El jardín japonés" ...
Con honores a la filosofía oriental los invito a disfrutarlo...
Entremos por la fuente... con un click ...

Myrtita

martes, 4 de noviembre de 2008

Al Tigre Argentino ... Salud!!!

¿Damos una vueltita por el Tigre? ... Con un click sobre el taxi nos vamos ...


Myrtita